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"El ocaso de un asesino": el otro americano impasible
El nuevo filme protagonizado por George Clooney sigue a un lacónico sicario hasta un pueblito italiano, donde deberá esperar su próxima misión
13 de octubre de 2010
Por Sebastián Martínez

Aquel que se acerque a "El ocaso de un asesino" buscando acción, disparos y un sicario ejerciendo su función al estilo Hollywood, mejor que se vaya olvidando del asunto. Este filme protagonizado por George Clooney es más bien todo lo contrario. Es una película sobre lo que le ocurre a un asesino mientras espera. Mientras espera y decide qué será de su vida.

El argumento comienza en un paraje sueco, bien nórdico: una cabaña rodeada de nieve, bosque y soledad. Allí, comienza el derrotero de Jack, el protagonista de esta historia. O, más bien, allí comienza a escribirse el final de la historia de Jack, la única parte de su historia que conoceremos.

El asunto es que Jack está en el helado norte sueco con una amiga. Salen a pasear por el bosque y ven huellas. Se esconden. Hay disparos, algunos mueren y Jack debe escapar. ¿Su destino? La estación de trenes de Roma, donde contacta a su "jefe", el hombre que lo instruye sobre sus misiones. Es decir, a quién tiene que matar la próxima vez.

Pero esta vez no tiene que matar a nadie. Tiene que ir a un pueblito perdido en las serranías del centro de Italia y esperar. Esperar que las cosas se calmen, que surja una nueva misión, que sepan qué hacer con él. Pero, claro, hay un problema: Jack sabe que alguien lo quiere matar.

Y realmente pasan pocas cosas mientras Jack está refugiado en ese plácido pueblecito italiano. Al menos al principio. Por un lado, conoce al sacerdote, con quien traba una relación (que nunca llega a ser amistad ni por asomo). Por otra parte, empieza a frecuentar a una prostituta de un pueblo vecino. Por último, otra mujer (ella también dedicada al asesinato a sueldo) llega enviada por el jefe de ambos, para que Jack le prepare el terreno con vistas a su próximo trabajo.

Con esos tres vértices intenta sostenerse toda la película. Pero lo cierto es que resultan un poco decepcionantes. La relación con el cura del pueblo, que al principio pinta interesante, se termina diluyendo. La relación con la prostituta, que parecía ser algo pasajero, se termina acelerando de un modo algo forzado. Y la relación la otra asesina termina de un modo algo previsible.

En fin, que las tres líneas planteadas por el guión terminan navegando aguas un tanto turbias. Sin embargo, sí hay que reconocerle un mérito a "El ocaso de un asesino": la creación de climas. Con pocos elementos, sin recurrir a golpes bajos ni al efectismo, el director Anton Corbijn logra meternos dentro del permanente estado de paranoia en que vive Jack.

Para esto se vale de un pilar fundamental. George Clooney ya no tiene nada que demostrar a esta altura de su carrera. Pero en este filme ratifica que sabe moverse con la misma solvencia por la comedia como el drama. Y volvemos a ver a uno de los pocos actores de Hollywood capaz de traslucir sensaciones complejas con sólo levantar una ceja. Aquí es al mismo tiempo un "americano impasible" que sabe que debe ocultar su verdadera naturaleza y, al mismo tiempo, el hombre perseguido que todo el tiempo teme un balazo en la nuca. Y Clooney logra darnos los dos personajes con el mismo gesto.

Al concluir los 105 minutos de metraje de "El ocaso de un asesino" nos vamos algo frustrados y hasta puede que un poco aburridos. Pero cuando empiezan a pasar las horas, lo que queda en nosotros de esta película no son sus historias, ni sus personajes, sino cierto aura, cierto clima, cierta impresión de que algo inasible pudo ser transmitido por este policial quedado y triste.