El partido de Boca ante Belgrano se vivió en un clima especial. El recibimiento de los hinchas estuvo bien dividido. Desde siempre, el equipo rival de turno ingresa al campo de juego bajo una silbatina de diverso tenor, de acuerdo con el poderío.

Pero fue diferente. En el sector donde habitualmente se ubica la 12 chiflaron con poco entusiasmo, aun después de haber cantado en la previa aquello de "Nunca hicimos amistades" y hasta un "Che Belgrano botón, sos amigo de River, la p. madre que te parió".

En otra parte, incluso en el sector de prensa, hubo sentidos aplausos para los visitantes. Y claramente no fueron sólo los colegas cordobeses los que saludaron al equipo celeste. El resto, indiferencia. Como si no se hubieran terminado de decidir entre animarse a silbar al conjunto que hace unos meses les alegró el invierno mandando al clásico rival a la B, pero se negaban a aplaudir al equipo que venía a jugar contra "su" Boca. Minutos después ingresó Boca y luego comenzó el partido. Ahí, el rival se convirtió, al menos por 90 minutos, en el peor enemigo de los hinchas xeneizes.

Pero por cinco minutos, la Bombonera se tiñó de Celeste.