Noticias actualizadas las 24 horas Información clave para decidir
19 de abril de 2024
Seguinos en
"'Caro: te amo': dije cuando al fin pude hablar"
Martín Renzacci revivió los difíciles días que pasó en Tasmania tras padecer un extraño virus en plena luna de miel. Se recupera muy bien
17 de noviembre de 2011
A Martín Renzacci todavía le quedan algunas secuelas de la pesadilla que le tocó vivir en tasmania cuando en plena luna de mile contrajo un extraño virus que lo mantuvo en coma por 20 días. Junto a su esposa, Carolina Santori, mantiene un estricto tratamiento del que los médicos afirman que no le quedarán secuelas de esa enfermedad.

“¿Sabés que deseo ahora?”, interroga a la periodista de Clarín que lo entrevista, mientras el ojo izquierdo parpadea y el otro es una persiana rota. “Tirarme en la cama a ver una peli con Caro”, se responde.

Hace dos meses que Martín (31) y Carolina (30) volvieron a su casa de Villa Urquiza después de estar en Australia, donde su luna de miel se volvió un sueño malo . Se casaron el 2 de julio y dos días después abordaron un vuelo transpolar. Visitaron Melbourne y Sidney y pensaron que no habría otra oportunidad para conocer la exótica Tasmania. “Cuando llegamos ya no se sentía bien.

Le dolía la cabeza y tenía un cosquilleo en las piernas . Obvio, hicimos la que hacen todos: le di un ibuprofeno”, repasa Carolina.

Al hospital llegaron después de que Martín se cayera en el baño , inconciente, como si su cuerpo fuera un pilar de cemento. Guillaim-Barré, dijeron en el Hobart Royal de Tasmania y ella, que jamás había escuchado hablar de esa enfermedad , lloró. Poco habitual, es un trastorno inmunitario. “El cuerpo se confunde y te ataca, así nomás”, explica Martín. Y sigue: “Me quedé rígido, dejé de ver y escuchaba muy poco. No me podía tocar la cara ni decir que me dolía el brazo o la pierna, o qué me picaba. Como que me fui un tiempo”. Estuvo en coma veinte días, dos meses con respirador y con los sentidos anulados . Está unos quince kilos abajo de su peso, camina con bastón y el tratamiento le lleva más tiempo que sus jornadas como vendedor de seguros: diez horas al día las ocupa en la rehabilitación . Pero su recuperación es asombrosa y dicen que no habrá secuelas o, al menos, no a simple vista.

Cuando Carolina, parada en el pasillo del hospital, dejó de llorar, avisó a su familia y a la de Martín, que pusieron en marcha un pedido de ayuda en Facebook. Su casamiento fue, para Carolina, “la boda del año” . El video rotó en los canales de tevé y mientras en Argentina nos cansábamos de verlos bailando el carnaval carioca, gente solidaria y empresas depositaban dinero en cuenta. La plata que no usaron, avisan, la donarán. Y entre todo, Martín salía del coma . Carolina, entonces, salió a buscar una librería en Tasmania, con un inglés precario y los ojos desorbitados. Compró cartulinas blancas y un fibrón negro. En una dibujó un cuerpo y sacó flechas: al lado de un brazo escribió en español “brazo” y en inglés, “arm”. En otra cartulina anotó: “dolor”, “picazón”, “pis”, “caca”. Martín recuperaba la vista de a poco y ella le señalaba las palabras . Cuando era la correcta, Martín asentía. Fue la manera de que Martín, ella y los médicos se entendieran.

“Y para hablar entre nosotros, yo le ‘cantaba’ el abecedario . Cuando llegaba a la letra, el movía la cabeza y así íbamos armando las palabras. Dos oraciones nos llevaban una mañana”, cuenta Carolina. Dos movimientos de cabeza a la izquierda, significaba que Caro podría empezar el abecedario desde la “Ll”. “Para ahorrar tiempo”, se ríe Martín con la mitad de la boca, dos labios gruesos que esa rara enfermedad no le pudo borrar.

Sonríe también cuando se acuerda aquella vez en la que se le salió el tubo de la traqueotomía. Sacudió la cabeza y sintió que la vía por la que respiraba ya no le daba aire. “Y yo pensé: mirá de la que vengo zafando y como un boludo me vengo a sacar el tubo éste ”. Lo salvaron la alarma del equipo al que estaba conectado y un enfermero. “¿Pero sabés qué fue lo primero que dije cuando me colocaron el speaker y por fin pude hablar?”, desafía Martín. Y completa: “Caro, te amo”.