astón Zárate, el pintor de 27 años que fue incriminado en el crimen de Nora Dalmasso, quedó libre hoy "ante la ausencia de elementos de convicción" que lo impliquen en el caso, según resolvió el juez de Control Daniel Muñoz.

"Estoy muy contento con la resolución del juez. Siempre estuve seguro de que recuperaría la libertad", indicó el joven en declaraciones a la prensa, poco después de retirarse de los tribunales riocuartenses, a las 12:40.

Zárate había sido imputado en la víspera por los delitos de "abuso sexual agravado por acceso carnal, homicidio calificado y hurto calificado", razón por la cual estuvo poco más de 24 horas detenido en el penal local.

Ahora, el pintor podrá regresar a su casa, aunque seguirá ligado a la causa hasta tanto logre el sobreseimiento definitivo en el expediente.

Asimismo, el joven pintor admitió que lloró cuando, ayer, vio por televisión y desde la prisión, la movilización denominada "perejilazo", que realizaron unos tres mil habitantes de Río Cuarto para pedir su liberación.

Por su parte, el abogado Enrique Zabala, representante del pintor, exteriorizó su conformidad con la decisión del juez Muñoz, de hacer lugar al pedido que había realizado en la víspera.

"Estoy conforme con el fallo porque se hizo lugar al planteo y al análisis que hice sobre la detención de mi defendido", indicó ante la prensa en los Tribunales.

En ese sentido, explicó que la detención de Zárate se había realizado "en base a testimonios y supuestos, sin ningún tipo de prueba concreta".

Enseguida, el letrado aclaró que "de todos modos" va a "seguir trabajando para lograr el sobreseimento definitivo" del albañil de 27 años.

En los considerandos del fallo de Muñoz, al que tuvo acceso la agencia Noticias Argentinas, se explica que la liberación se hizo efectiva "ante la ausencia de elementos de convicción suficientes sobre los supuestos materiales de la atribución
delictiva" de Zárate.

La detención del pintor, quien se presentó en la mañana de ayer en los Tribunales, despertó malestar en ciertos sectores de la sociedad riocuartense, que consideraban que el trabajador era un "chivo expiatorio" en la causa, y que el testigo que lo incriminó fue presionado para inculparlo.