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"Vamos a ser millones de madres zombis"
Fuerte frase de la madre de una víctima de la inseguridad. Padres destrozados hablan del dolor de la pérdida. Una sociedad que ya no respeta la vida
10 de agosto de 2014
La inseguridad urbana deja semana tras semana en la Argentina decenas de personas inocentes muertos en una escalada de los casos de violencia que parece no tener fin, y además de llevarse vidas, deja familias destrozadas y en muchos casos sin justicia reparadora.

En estos últimos diez días se dieron una serie de hechos que fueron una dura radiografía de esta realidad que se viene sucediendo ascendentemente desde hace más de una década.

Nadie parece tener respuestas firmes para evitar el mal social que expone a millones de argentinos y tiene profundas respuestas en temas sociales y de integración activa que no se materializan a pesar de los constantes anuncios de los gobiernos de sacar a al gente de la pobreza y del acosa de la droga y las armas como salida fácil para tener dinero.

Una investigación del diario La Nación posibilita entender en primer plano, en la voz de los familiares de las víctimas, la cruda realidad que mucho intentan tapar y genera, como dijo uno de ellos, una próxima generación de "millones de madres zombies".

Esta definición la dio la madre de Matías Gandolfo, de 19 años, asesinado con cinco puñaladas cuando salía de un gimnasio el lunes pasado en Villa Bosch.

"Antes no sabía el dolor de los padres que rogaban para que se haga justicia por los asesinatos de sus hijos. Ahora soy una de esas madres. Si esto sigue así, en poco tiempo, vamos a ser millones de madres zombis por los hijos que nos mataron", reflexiona, con dolor, Karina Gandolfo.

"No puedo creer lo que le hicieron. ¿Por qué lastimarlo tanto? Luego de la primera puntada en la cabeza, Matías cayó al piso y el asesino lo apuñaló otras cuatro veces", sostiene, entre lágrimas desgarradoras, la madre, rodeada por su marido, Ricardo, y varios familiares.

La ola de violencia delictiva irracional los une. Son padres víctimas de la inseguridad que nadie puede detener. Sus hijos murieron, o quedaron gravemente heridos, atacados por delincuentes dispuestos a todo para conseguir un magro botín.

Matar por matar parece ser la consigna. Violencia irrefrenable por una bicicleta, un par de zapatillas, una moto o un celular.

El 17 de julio último, cerca de las 5.10, Mariano León, hincha fanático de River, se quemaba las pestañas con unos apuntes de la facultad.

A las 9 debía rendir un parcial de Sociología del tercer año de la carrera de Contador Público, que cursaba en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

"Me despierto por los gritos de Mariano y veo que estaba forcejeando con un chico encapuchado que entró por la ventana, pero no vi que estaba armado", explica Edith, la madre del joven.

La madre de Mariano fue a ayudarlo y juntos lograron, a los empujones, tirar al intruso por la ventana del departamento ubicado en el primer piso del edificio.

"Fue todo tan rápido que en el instante que lo empujamos se disparó la pistola que tenía el asesino", se lamenta Edith.

El proyectil nueve milímetros entró por la axila izquierda de Mariano y le perforó un pulmón y el bazo, por eso los médicos debieron extirpar esos órganos. También quedó comprometido uno de sus riñones. Falleció dos días después.

A Pablo Tonello lo mataron el 30 de julio en la avenida del Libertador y Lacroze, en Palermo, cuando un delincuente le quiso robar su bicicleta.

Sus padres, Nora y Eduardo, afirmaron: "Para que la investigación no quede incompleta queremos ir más profundo y saber por qué ocurrió".

El padre del joven consideró que, de no cambiar la idiosincrasia de la sociedad, la que, por ejemplo, sigue comprando cosas robadas, con el paso del tiempo, "los hechos cada vez van a ser más violentos".

El mediodía del viernes de la semana pasada no fue un día más para Rubén Ferreyra.

El instinto de padre puso en alerta a Rubén, que se asomó a la ventanilla de la puerta de su casa, en Campana.

"Sólo vi la moto. Ahí me desesperé y abrí. Leo estaba tirado en la vereda, ensangrentado. Le levanté la remera y tenía un orificio grande a la altura del hombro izquierdo. Apenas se quejaba", recordó el hombre.

Es difícil que su hijo pueda volver a caminar, el proyectil que disparó el delincuente le dejó muy dañada la médula.