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Profesora argentina narró la odisea
16 de abril de 2007
"Escuchamos ruidos de tiros y todos nos pusimos muy nerviosos", recuerda Laura Alstaedter.

Esta argentina de 32 años, profesora de Castellano en la Universidad de Virginia Tech, estaba dando clases en uno de los edificios del complejo universitario donde se produjo la mayor masacre en la historia de Estados Unidos.

"Terminé de dar clase cerca de las 9.55. Como cualquier otro día, los chicos salieron al pasillo. En ese momento comenzó a circular el alerta sobre un tiroteo. Entonces decidí hacer entrar al aula a todos los alumnos, pero todavía no sabíamos qué pasaba ni la gravedad", explica Laura, oriunda de la localidad bonaerense de Banfield.

Encerrados, algunos estudiantes bromeaban como método de defensa ante el creciente nerviosismo.

Otros espiaban por las ventanas. Eran 15 alumnos. La docente encendió su computadora y observó que la página en Internet de la Universidad alertaba sobre el ingreso de un hombre armado al campus.

"Así nos enteramos que había alguien suelto disparando y también que la Policía recomendaba que no salgamos al patio", explicó.

"Nos quedamos encerrados más de media hora y tuve que salir del aula varias veces para decirles a otros alumnos que se alejen de las ventanas", agregó. La preocupación dio paso al miedo recién cuando se confirmó oficialmente la muerte del primer estudiante. "Los chicos comenzaron a mandar mensajes de texto a sus familias para avisar que se encontraban bien y fuera de peligro. Vivimos horas de pánico total", dice la docente argentina.

A las 10.15 ya se había producido el segundo tiroteo en una zona conocida como "Norris Hall". Esa residencia se encuentra pegada al edificio de cuatro pisos donde Laura estaba enseñando Castellano.

"Los agentes nos pidieron que abandonemos las instalaciones por las dos escaleras traseras. Cuando salimos, las calles estaban saturadas de patrulleros, ambulancias y policías. Por suerte no nos pasó nada", dice aliviada, luego de pasar la pesadilla.