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24 de abril de 2024
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La Ciudad ganó la pulseada y el juego paga $ 2.000 millones
La mantenían el Hipódromo de Palermo por sus tragamonedas y el Casino de Puerto Madero por no pagar Ingresos Brutos. El empresario K Cristóbal López manejaba el negocio y lo vendió
22 de octubre de 2016
El Gobierno de la Ciudad se anotó un éxito en una vieja disputa y logrará recaudar una suma millonaria en concepto de Ingresos Brutos por el meganegocio del juego

La historia arrancó en 1999 con un barco sin capitán ni tripulación que nunca se movió de su lugar.

Con el tiempo sumó protagonistas como los ex presidentes Carlos Menem y Néstor Kirchner, y un empresario que se ganó un lugar protagónico: Cristóbal López.

El conflicto se cerró ayer, con López alejado del poder, con la Ciudad controlando el juego y con la adhesión a una moratoria por unos $ 2.000 millones por parte del Hipódromo de Palermo y el Casino de Puerto Madero.

Significó el cierre de una disputa judicial desplegada en miles de folios, más de 10 amparos con fallos en todas las instancias y hasta sentencias de la Corte Suprema. López, quien supo ser el zar del juego, tenía participación societaria en las dos salas de juego que hay en el ámbito de la Ciudad: el Casino flotante de Puerto Madero (al barco inmóvil del inicio de esta historia luego se le sumó otro para recibir más apostadores) y las máquinas tragamonedas del Hipódromo de Palermo.

Las maquinitas (de juego y de hacer plata) las había autorizado otro ex presidente, Eduardo Duhalde, en 2002.

Duhalde le había abierto la puerta a López, que en sociedad con Federico de Achával (tenía la concesión del Hipódromo de Palermo desde 1992) hizo de las máquinas tragamonedas un gran negocio, señala Clarín.

El empresario se pegó y mucho al kirchnerismo y consiguió facturar sin control. El control de sus números debía hacerlo Lotería Nacional que desde 2004 y hasta la caída del kirchnerismo la manejó otro López, Roberto, que más que controlar protegió a Cristóbal. Es que así como el barco era considerado territorio federal por el simple hecho de estar en el agua, Néstor Kirchner le dio el mismo rango al Hipódromo de Palermo. Y además, días antes de dejar la presidencia en 2007, prorrogó la concesión de las máquinas de Palermo hasta 2032.

Valiéndose de esa condición, casino y tragamonedas evitaron que la Ciudad los auditara y no pagaron el impuesto de Ingresos Brutos, como lo hacen todas las salas de juegos a los gobiernos provinciales.

Pero con la llegada de Mauricio Macri al poder, Cristóbal López -como Lázaro Báez, José López y otros- cayó en desgracia.

Y lo que no pudo hacer en ocho años como jefe de Gobierno, lo resolvió en su primera año como presidente. “Cambió el viento”, decían ayer fuentes de la Ciudad.

“Nos ajustamos a derecho”, respondían desde el lado de las empresas concesionarias del juego. Interpretaciones al margen, lo que hicieron ayer el Casino y el Hipódromo es saldar la deuda que nunca reconocieron.

Rentas de la Ciudad confirmaron que ambas empresas “se adhirieron a la moratoria porteña en por un monto total que supera los $ 2.000 millones”. Las mismas fuentes enfatizaron que se trató de una “presentación espontánea y voluntaria” y explicaron que “se efectiviza con el pago del anticipo del 15% del monto a regularizar”. Acorralado por causas judiciales y deudas impositivas y sin protección política, Cristóbal López se había corrido del centro de la escena al venderle su parte de las acciones en el juego al que había sido su socio en ese rubro, Ricardo Benedicto. Casi a la par, Macri por decreto había iniciado el proceso para que finalmente el juego pase a la órbita porteña, como lo establece la Constitución de la Ciudad.

De hecho, tras el decreto de Macri, tanto el Casino como el Hipódromo comenzaron a tributarle a la Ciudad. Desde abril, pagan la alicuota mensual del 12% de Ingresos Brutos, lo que representa unos $ 50 millones.

Así, con el pago de $ 2 mil millones saldaron una deuda. La moratoria en definitiva derriba todos los litigios judiciales. Fue la forma de jugar de Cristóbal López, siempre con la carta ganadora. Después de tantos años, la mano esta vez vino cambiada.