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26 de abril de 2024
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Con un gol de Rojo, la Argentina se mete en octavos del Mundial
26 de junio de 2018
La selección argentina, con un gran Lionel Messi y un decisivo Marcos Rojo, derrotó 2-1 a Nigeria y clasificó a octavos de final del Mundial de Rusia-2018, donde chocará el sábado con Francia.

La Albiceleste controló la primera mitad y se adelantó por medio de un derechazo de Messi a los 14 minutos pero, tras el descanso, Victor Moses de penal firmó las tablas (51).

Al final, con todo el equipo volcado al ataque, Rojo selló el definitivo 2-1 (86).

Argentina mostró que el fútbol es una cuestión de estado de ánimo. De dudar ante Islandia y ser humillado ante Croacia, a resurgir de sus cenizas frente a Nigeria. De temblar a llorar de alegría.

No quedaba nada de la Albiceleste tras la derrota 3-0 ante los balcánicos. Solo el orgullo y el corazón de una generación que se negó a bajar los brazos y entregar la honra.

Argentina arrancó bien, liderada por un Messi que, por fin, se pareció a aquel jugador que levantó cinco Balones de Oro.

Que lució como sí mismo.

Decisivo, incisivo, gambeteador y desafiante, La Pulga brilló y Argentina ganó.

Cuando la primera parte de la ecuación se da, la segunda se resuelve casi siempre sola.

Diego Maradona, desde el palco, empujó cada acción de sus compatriotas, al igual que históricos como Sergio Goycoechea, Javier Zanetti, Fabián Ayala, Juan Pablo Sorín u Óscar Ruggeri. Nadie se lo quiso perder.

Y para disipar las dudas y seguir con vida, un cuestionado Jorge Sampaoli optó por formar con la alineación de mayor edad que ha pisado nunca una Copa del Mundo para su país, con una media de 30 años y 189 días. Con Javier Mascherano y Enzo Pérez en la medular y Ángel Di María y Gonzalo Higuaín acompañando arriba a Lionel Messi.

"Tenemos que ponernos como meta ganar cinco partidos para llegar a la final. Mañana va a ser el primero", había dicho Sampaoli en la víspera.

"Argentina mañana tiene que jugar con el corazón. Estoy convencido de que va a ser un punto de partida", agregó.

La premisa estaba clara: dominar la pelota para evitar que los africanos convirtieran el choque en un encuentro de ida y vuelta.

Con Mascherano y Pérez como destructores y Éver Banega liberado de tareas defensivas, Argentina creció con la posesión y con un Messi libre para poder crear e imaginar a su antojo.

Ahora bajo a pedirla. Ahora driblo por la derecha. Ahora aparezco por la izquierda. Como un funambulista, el astro albiceleste campó a sus anchas por todo el frente del ataque y, así, a los 14 minutos, definió con maestría un pase genial de Banega, que le encontró a la espalda de la zaga para que la cruzara con la diestra.

El gol hizo estallar de júbilo a un normalmente comedido Messi, que corrió hacia la banda y elevó sus brazos al cielo dando las gracias. También Maradona. El uno y el otro se hicieron uno durante unos segundos, fusionados con los miles de argentinos que ocupaban las gradas del Estadio de San Petersburgo.

Nigeria volvía a sufrir a su verdugo, quien acumulaba seis tantos en su carrera en Copas del Mundo y, tres de ellos, frente a su selección.

A los 27, Messi dejó solo a Higuaín que, en el mano a mano, no llegó a definir y, a los 34, el delantero del Barcelona estrelló un lanzamiento de falta en el vertical tras engañar al arquero rival.

Se sentía en los corazones de los argentinos, que se ralentizaban, y en el pulso de los nigerianos, que cada vez latían más rápido: era la velada de Messi.