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Por Garbiela Granata
Una decisión que desnuda debilidades
29 de noviembre de 2006
La decisión del presidente Néstor Kirchner de marcarle a su vicepresidente Daniel Scioli un derrotero bonaerense disimula la desconfianza y las debilidades de construcción del gobierno nacional, más que revelar sus fortalezas.

Kirchner ha perfeccionado un modelo político partidario que lo tiene como único vértice en la cúspide y con un puñado de dirigentes que se subordina a la estrategia de la Casa Rosada, en su afán de permanecer, reciclarse o alcanzar espacios de poder.

¿Por qué a Scioli lo tacharon de la grilla porteña y lo anotaron en la bonaerense? El coro repetido desde el kirchnerismo es que el vicepresidente mide muy bien en la provincia de Buenos Aires –algunos hasta lo mencionan con una intención de voto cercana al 50 por ciento en las barriadas más pobres del conurbano- y que deben colocar un dirigente “fuerte” ante la posibilidad de que Mauricio Macri cambie también de distrito o que la oposición entronice a Juan Carlos Blumberg.

El “efecto Misiones” que descolocó a Felipe Solá para buscar su reelección y que muchos alegan, en realidad, empezó a desgastarlo mucho antes. Fue desde la Casa Rosada que desalentaron el pedido de “certeza” sobre su candidatura, cuando Solá quiso presentarlo a mitad de año. Fue desde Balcarce también, que lo urgieron a hacerlo cuando faltaban tres días para las elecciones misioneras y ya circulaban las encuestas de la derrota.

El complejo camino hacia la reelección de Solá, y la falta de garantías de encuadrar a todo el arco peronista-kirchnerista de la provincia pudo haber sido un factor determinante.

La pregunta que sigue entonces, es cuánta capacidad ha perdido la estructura del justicialismo en la provincia de Buenos Aires para garantizar el piso del 30 o 35 por ciento de los votos desde el que parten todos los dirigentes desde hace años, cuando sacan las cuentas electorales, como para que el gobierno esté preocupado.

Se puede alegar entonces que no existen votos cautivos, que el electorado es más selectivo, pero lo cierto es que si Macri no se presenta en la provincia y opta por la Ciudad de Buenos Aires –ahora a todas luces más favorable sin Scioli- el kirchnerismo no debería tener demasiadas preocupaciones en retener la gobernación.

En el sector del peronismo que trabaja por el armado opositor Lavagna-Macri observan con desconfianza el sillón de La Plata. “Ganar la provincia de Buenos Aires pero sin tener un gobierno nacional afín, no es negocio. La provincia, tal como está, depende del auxilio desde la Nación”, señalan.

Con la jugada de mover al vicepresidente, Kirchner ha colocado en la extendida estructura del PJ bonaerense –en todas sus variantes- un elemento “extraño” que desarma cualquier arreglo que se estuviera gestando al calor de los autopostulados precandidatos. Ahora hay que barajar y dar de nuevo, y el que reparte es nuevamente el presidente.