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Optimismo para tratar la leucemia mieloide
21 de noviembre de 2009
La Leucemia Mieloide Crónica (LMC) es una enfermedad maligna de la sangre, que afecta a 1,4 personas cada 100 mil habitantes y cuya incidencia en nuestro país es de 500 nuevos casos por año.

Consiste básicamente en un desequilibrio de causas desconocidas que provoca alteraciones en los glóbulos blancos.

Como consecuencia del proceso descripto, éstos no alcanzan la maduración que deberían y comienzan a incrementar su número de manera descontrolada.

Si bien como su nombre lo indica, esta condición es crónica y los pacientes pueden vivir con ella un determinado tiempo, deben hacerlo con medicación permanente, e inclusive muchos llegan a recibir un trasplante de médula ósea.

El especialista italiano Giuseppe Saglio, médico hematólogo, explicó: "Hasta el momento no contamos con posibilidades de curar la enfermedad. Pero creo que con las alternativas farmacológicas existentes, es posible que en diez años seamos capaces de hacerlo. Por ahora, existen diversas opciones terapéuticas que ayudan a los pacientes a vivir mejor, evitando que los cuadros progresen hasta llegar al estadío más severo, denominado crisis blástica. Esto es muy importante porque una vez alcanzada esta instancia, sin que se realice un trasplante, la expectativa de vida es corta".

Explicó que "desde el comienzo de las investigaciones en la década del 80 hasta el día de hoy, hemos evolucionado mucho", sostuvo en diálogo con Pro-Salud News.

Saglio dirige el departamento de Medicina Interna y Hematología del Hospital San Luigi de Turín, y estuvo en la Argentina para la realización del XIX Congreso Argentino de Hematología, en Mar del Plata.

"Justamente durante la mencionada década comenzaron a surgir opciones terapéuticas; la primera fue el interferón, y más adelante, ya a partir del 2000, la actual primera línea de tratamiento: imatinib, y los posteriores dasatinib y nilotinib, considerados como segunda línea y destinados a aquellos pacientes que experimentan reacciones adversas a la primera opción o no muestran efectos. Con todos ellos, hemos estado dando grandes pasos hacia la cura de la enfermedad, que en este caso implica la conversión de ésta a una condición inactiva, aunque no erradicada", agregó Saglio.

Pero, ¿por qué no es posible "desterrar" la LMC del organismo? Porque el desarrollo anormal de los glóbulos blancos obedece al "sello característico" de esta patología: la presencia -tanto en la médula ósea como en la sangre- del cromosoma Filadelfia (Cr.Ph+), generado como resultado de anormalidades en el intercambio genético del 9 y el 22, dos cromosomas que todos poseemos.

Es a raíz del Ph+ que quienes padecen LMC tienen estimulada la producción de una proteína anormal (la BCR/ABL) con actividad tirosina-quinasa, que actúa bloqueando las señales del organismo tendientes a equilibrar la producción de glóbulos blancos.

"Por todo esto entendemos la importancia que tienen las terapias dirigidas al blanco que, no obstante, al ser de por vida y debido a las mutaciones que puede ir mostrando la enfermedad, a menudo deben ser intercambiadas. Así es que se han realizado estudios para demostrar y garantizar que para el pequeño grupo que no encontrara la respuesta adecuada con la primera línea de tratamiento, imatinib, la hallara por ejemplo con dasatinib del laboratorio Bristol Myers Squibb (BMS), una terapia que ha evidenciado tener muy buenos resultados, sobre todo si tomamos en cuenta que los pacientes son 'reincidentes' ", refirió el doctor Guiseppe Saglio, quien no sólo ha participado de diversas investigaciones, sino que además integra una de las comisiones de especialistas a través de las cuales se decide los parámetros que deben ser evaluados para concretar el cambio de medicación y el traspaso de una línea de tratamiento a la otra.

"Evidentemente ése es un tema clave, razón por la cual existen consensos. Concretamente, la idea es que cuando la respuesta no es la adecuada hay una gran cantidad de pacientes que cambian de fase, produciéndose una evolución en la severidad de la enfermedad. Eso es lo que debemos tratar de evitar por todos los medios. Así, cuando la primera línea no funciona, pasamos a la segunda. Si en ésta tampoco se obtienen los resultados esperados, se puede cambiar de medicación. Y si ya eso no funciona, todavía nos queda la opción del trasplante de médula ósea, de células madre o, finalmente, el ingreso en protocolos de investigación de nuevas drogas (una de ellas es bosutinib, cuyos resultados se espera sean presentados en el próximo congreso ASCO a realizarse en 2010)", detalló Saglio.

Consultado sobre la posibilidad de combinar diversos fármacos pertenecientes a diferentes líneas de abordaje, el especialista italiano dijo: "Habitualmente es difícil. Sin embargo en los últimos tiempos hemos asistido a un sorprendente nivel de cooperación entre laboratorios, con el objetivo puesto en la posibilidad de brindarle una mejor calidad de vida a los pacientes".