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Por Leonardo Coscia
Los riñones, órganos clave para la salud
10 de marzo de 2008
Pocos saben acerca de las complejas funciones vitales que cumplen los riñones en el control de la presión arterial, la regulación de líquido y sales en el cuerpo, la formación de la sangre y el metabolismo de los huesos. La insuficiencia renal crece alentada por factores relacionados con el modo de vida actual; no presenta síntomas, pero se puede detectar fácilmente y prevenir sus serias consecuencias.

Lo que en general se conoce de los riñones es que estos órganos, ubicados en la parte baja de la espalda, filtran la sangre liberándola de ciertos residuos metabólicos –fundamentalmente sales y urea– y del exceso de agua, para que estos sean eliminados a través de la orina. Pero la mayoría ignora que su función es bastante más compleja y que los riñones distan mucho de ser una suerte de simple “colador” del organismo, y que muchos padecen algún grado de deterioro en su la función renal sin saberlo.

Justamente el 13 de marzo, a través de una campaña que se llevará a cabo en ciudades de todo el país en el marco del Día Mundial del Riñón, será posible obtener información a través de charlas y material informativo y acceder gratuitamente a controles que permitirán, a todos, saber si sus riñones está funcionando bien.

En principio, el agua es el principal componente de la mayoría de los seres vivos, y la función de regular el contenido del cuerpo y su equilibrio no es para nada menor. De ellos también depende el control de la presión arterial. Y en esto los riñones resultan ser los órganos clave.

“El riñón participa en la producción de sustancias que regulan el tono –grado de dilatación o contracción– de los vasos sanguíneos, y posee varios mecanismos conocidos por los que regula la presión arterial”, explica el doctor Felipe Inserra, médico nefrólogo, director médico de los Programas de Prevención de Fresenius Medical Care Argentina.

Esta institución es una de las principales impulsoras, junto con la Sociedad Argentina de Nefrología, de la campaña por el Día Mundial del Riñón en la Argentina (Ver recuadro).

El riñón también produce la eritropoyetina, hormona que interviene directamente en la formación de la sangre. La regulación del nivel de calcio en el organismo, y la producción de vitamina D por acción indirecta de los rayos solares, dependen también de una correcta función renal. Por eso el mal funcionamiento de los riñones puede ocasionar anemia y serios trastornos en el metabolismo de los huesos y músculos.

Pero otra de las cosas no tan conocidas es que los riñones pueden empezar a funcionar mal –por diversos factores de riesgo, algunos modificables y otros no modificables–, y en general esa función una vez perdida no se recupera. El deterioro de éste órgano no da señales perceptibles hasta no estar muy avanzado. Sólo es posible detectar esto mediante análisis clínicos, y esta es una posibilidad muy importante, porque permite implementar medidas capaces de impedir o retardar la enfermedad lo suficiente como para que la persona no llegue a grados avanzados, que requerirían el trasplante o la sustitución de la función renal por diálisis. Y por supuesto, evitar la muerte prematura.


En los Estados Unidos hay 26 millones de personas con algún marcador clínico de deterioro en la función renal, y hay otros 20 millones de estadounidenses con alto riesgo de enfermedad renal crónica, según la Fundación Nacional del Riñón (NKF, por sus siglas en inglés). Uno de cada nueve estadounidenses tiene problemas renales.

La diabetes es la causa asociada más frecuente; y en los Estados Unidos, el paradigma del mundo desarrollado, hay más de 20 millones de personas con diabetes tipo II, la cual se adquiere por una dieta excedida en grasas saturadas, obesidad y falta de ejercicio físico: los mismos factores de riesgo que llevan a la enfermedad renal. Y a la enfermedad cardiovascular, que es la principal causa de muerte en el mundo desarrollado, y en la inmensa mayoría de la población de enfermos renales.

“La enfermedad renal y la enfermedad cardiovascular tienen factores de progresión comunes, y por eso en general, cuando se habla de prevención de la enfermedad renal, se habla también de prevención cardiovascular”, resume el doctor Germán De la Llave, gerente de Programas de Prevención de Fresenius.

“Por eso –agrega- uno de los objetivos que perseguimos con actividades como las que desarrollamos para el Día Mundial del Riñón es que la gente incorpore la idea de la prevención renal dentro del cuidado general de su salud”.

Factores de riesgo y de prevención
Con la edad, especialmente después de los 65 años, hay mayor posibilidad de disminución de la capacidad de filtrado de los riñones; también se sabe que existe una predisposición genética, por la cual las personas cuyos padres, abuelos, tíos o hermanos sufrieron insuficiencia renal, tienen un mayor grado de riesgo de padecerla a su vez. Estos son los factores no modificables que incrementan el riesgo de enfermedad renal, pero hay otros que sí lo son.

Cada riñón está compuesto por alrededor de un millón de unidades funcionales (nefronas) y el centro de cada una es un glomérulo. El glomérulo es un minúsculo bulbo en el que confluye un manojo de vasos capilares de entrada (aferentes) y de salida (eferentes), recubierto por una capa especial de endotelio. La sangre proveniente de la arteria renal se ramifica, entra por los aferentes y se pone en contacto con el endotelio del capilar glomerular.

Debido a la presión de filtración, una cierta cantidad de agua y de sales traspasan el endotelio y son captados en un túbulo glomerular, uno de los cientos de miles de afluentes del uréter. Mientras, la sangre liberada de esos excedentes, “filtrada”, saldrá por los vasos eferentes hacia la vena renal. Así es como unos 200 litros de sangre son filtrados cada día.

La elevación de la presión arterial puede afectar el proceso de filtrado glomerular. De hecho, es justamente la presión arterial alta uno de los principales factores de riesgo modificables de insuficiencia renal, que es la pérdida de capacidad de filtrado glomerular.

Las personas hipertensas son quienes más deben cuidarse. Pero manteniendo a raya la hipertensión con el tratamiento adecuado se puede evitar la progresión de la enfermedad renal. Hay tratamientos que además de controlar la presión arterial reducen la pérdida de proteínas a través de la orina, que es otro de los factores de progresión de la enfermedad renal. Una dieta adecuada con poca sal y la combinación de medicamentos que reducen efectivamente la pérdida proteica por orina constituyen la base del tratamiento cuando aparecen indicadores de enfermedad renal.

El otro factor de riesgo central entre los modificables mediante control clínico, y que es la causa directa de un tercio de los casos de enfermedad renal crónica, es la diabetes. La obesidad, el sedentarismo y el tabaquismo son también factores de riesgo que hacen a la persona “candidata” a la enfermedad renal: estos son controlables, en general, mediante la modificación de hábitos.

El doctor Inserra explica que si bien puede ser muy variable, en promedio, la enfermedad renal suele tomar unos 10 años o más en progresar desde el grado más leve –detección temprana de residuos proteicos en la orina– hasta el más severo –que requiere sustitución de la función renal–, pero que actuando sobre estos factores de riesgo modificables, pueden pasar varios años sin que haya una progresión significativa.

Un conjunto de riesgos en cadena
La hipertensión arterial, en la que los riñones están involucrados por intervenir en el control de la presión sanguínea, afecta tanto a los tejidos renales como al corazón, a tal punto que hoy la enfermedad renal se vuelve, para quien la padece, el principal factor de riesgo cardiovascular.
La enfermedad renal se divide en cinco estadíos, desde el más leve al más grave. Cerca de una decena de estudios publicados en revistas científicas aseguran que el riesgo de sufrir un infarto o una enfermedad coronaria se multiplica entre 5 y 10 veces cuando la persona pasa de un estadío inicial a uno avanzado.

“En general los pacientes renales no se mueren por enfermedad renal en sí, sino por un episodio cardiovascular”, advierte el nefrólogo.

Por otra parte, Inserra asegura que “el 90 por ciento de los pacientes con enfermedad renal son diabéticos, o son hipertensos, o son mayores de 65 años, o tienen algún pariente con enfermedad renal, o tienen alguna enfermedad cardiovascular, por lo cual el objetivo es hacer que la gente que está dentro de estos grupos se identifique como persona en riesgo, y se haga los estudios necesarios”, ya que puede no tener otro tipo de síntomas que lo alerten de la posibilidad de un episodio cardiovascular o de perder la función renal, por ejemplo.

Por último, cuando la enfermedad renal avanza tanto que los riñones han perdido casi por completo su función, sólo puede tratarse mediante hemodiálisis, donde una máquina a la que el paciente se conecta tres veces por semana reemplaza parcialmente la función renal, diálisis peritoneal donde el paciente luego de ser entrenado hace un tratamiento especial de diálisis en su domicilio o bien mediante el trasplante de riñón.