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24 de abril de 2024
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Huerta orgánica para adultos mayores
Una actividad placentera para los mayores, flores y cosechas de alimentos, y una mejora de la calidad de vida que, por muy diversos motivos, impacta directamente en la salud.
1 de diciembre de 2011
“Ayuda mucho pensar en la naturaleza. Siempre me gustó y lo hago con cariño. Estoy siempre acá, riego todos los días; me cansa, pero me da tanta alegría… Disfruto ver que las plantas te responden. Es como un animalito cuando lo cuidás, cuando te ocupás y te responde: con las plantas es lo mismo”. Ver crecer a las plantas y cuidarlas, como lo hace Teresa Kersembaum, de 93 años, es una actividad que invita a vivir una dimensión del tiempo muy diferente de la que la vida moderna acostumbra a la mayoría de las personas en el ámbito ciudadano.

Para los adultos mayores, que suelen sufrir de forma particular esta aceleración que la rutina imprime a su alrededor, el sólo hecho de bajar el ritmo sin dejar de estar activos, de tener una tarea que les permita ir contemplando día a día el fruto de su paciente esfuerzo, que les posibilite aprender y ponerse metas y que los conecte con aspectos más elementales de la vida (lo que a muchos de ellos probablemente les resulte incluso algo totalmente nuevo) ya puede resultar de por sí terapéutico. La idea con que se implementó el Taller de Huerta Orgánica en Hirsch –Centro de Excelencia en el Cuidado y la Atención de los Adultos Mayores, ubicado en la localidad de San Miguel, a escasos minutos de la ciudad de Buenos Aires– incluye estos objetivos y aún más.

“Estar en contacto con plantas estimula los lazos con la naturaleza, nos conecta con el medio ambiente, recrea el espíritu –remarca la licenciada Miriam Cohn, terapista ocupacional de Hirsch–. Las actividades de la huerta resultan recreativas, creativas, útiles, y permiten ver frutos del trabajo y los cuidados realizados”.

El innovador y original proyecto se inició en junio de 2011 por iniciativa del área de Servicio Social y Terapia Ocupacional de Hirsch. El equipo de médicos, psicólogos, terapistas ocupacionales y especialistas en rehabilitación de este centro con más de tres cuartos de siglo de trayectoria lo diseñó como un modo de estimular las funciones cognitivas de los adultos mayores residentes en el lugar. Bajo determinadas condiciones –sostuvieron los especialistas en base a un cúmulo de conocimientos y experiencias previas–, el trabajo en la huerta ayuda a las personas a desarrollar nuevas habilidades manuales o conservar la que ya se tiene, a fortalecer la ubicación temporal, a estimular la comunicación y las relaciones interpersonales, y a mejorar la autoestima y el protagonismo.

Con el asesoramiento de Alicia Irurtia, estudiante de Agronomía que brinda sus conocimientos técnicos al grupo, muchos de los residentes pusieron manos a la obra. Comenzaron a identificar semillas, elaborar almácigos, sembrar y trasplantar, reconocer las diferentes especies de plantas y realizar su mantenimiento diario. “Yo estuve desde el primer momento, con las primeras semillitas y la primera bolsa de tierra –cuenta ahora María Luisa Buzeta, de 85 años de edad–. En uno de los encuentros apareció una de las macetas un brote de ‘taco de reina’ que no habíamos sembrado. Pero apareció ahí. En seguida la elegí y me la imaginé en mi balcón: ¡siempre había querido tener una! Hoy tuve la alegría de ver la primera flor y el primer pimpollo, creo que la semana que viene la tendremos que cambiar a una maceta más grande”.

La organización del trabajo en la huerta responde a la base de los lineamientos del Centro Hirsch, que es evitar que la tendencia a la inactividad y el impacto de la institucionalización, aún cuando esta se realiza en las mejores condiciones posibles, influyan negativamente en la calidad de vida y en la salud de las personas.

La licenciada Gabriela Puerta, especialista en trabajo social de la institución, explica que para que esta actividad traiga beneficios terapéuticos a la población de adultos mayores debió ser adaptada a sus posibilidades: “Desde un principio se implementó trabajar en macetas elevadas para facilitar la manipulación sin correr riesgos. También es importante que la huerta se encuentre dentro del ámbito funcional de los residentes, para que se pudieran responsabilizar del cuidado cotidiano durante la semana además de los momentos de tarea grupal controlada”.

El trabajo se basa en encuentros semanales donde, además de realizar la tarea concreta, se aprende la “teoría”: cómo planificar una huerta variada, cuándo se siembra y se cosecha cada especie, cómo se abona la tierra, y qué necesidades tiene cada planta (sean flores u hortalizas) a la hora de ser cuidadas, podadas, regadas o curadas.

El cultivo de hortalizas viene acompañado de mucho diálogo y de la necesaria información sobre las características nutricionales de cada una: “El perejil tiene hierro y calcio, y uno no le da el valor que realmente tiene –remarca Aída Gendín, naturista, que se confiesa “adicta a la huerta” desde que ésta comenzó a funcionar–. Además plantamos albahaca, que es muy útil: mi hija, por ejemplo, la prepara sobre un plato y la pone en la mesa y cada uno se sirve. Con el tomate va muy bien”.

Tomates, cebollines, acelga, lechuga, rabanitos, chauchas y arvejas, son otras de las hortalizas con las que trabajan. Desde junio, la huerta ecológica ya viene cumpliendo un ciclo completo de siembra – cuidado – cosecha, y ya está aportando algunos alimentos de producción propia para la gente del lugar. Desde luego, tienen el sabor adicional que da el orgullo por el esfuerzo y el cuidado puestos en ellos, desde la propia semilla.

“Es una hermosa tarea, y ver a la naturaleza crecer nos hace muy bien”, expresa Elly Wilder, quien con sus 93 años, es una de las más entusiastas talleristas de la Huerta Orgánica. Ella ha encontrado en esta nueva actividad una forma de disfrutar e incorporar cosas bellas a su vida manteniéndose activa.

También, como dice Teresa, la tarea de sembrar, cuidar y cosechar “es una linda actividad, y una forma de no pensar en las cosas malas del pasado”. Aprovecha para “invitar”, con un dejo de picardía, a todos los que asisten al taller a comprometerse en el cuidado diario de los cultivos, pero no parece incomodarla demasiado ocuparse de regar todos los días. Por supuesto, no necesita que nadie se lo recuerde.

Hasta ahora, dicen quienes participan en este proyecto, el éxito es “del 100%”: con trabajo en equipo, paciencia y dedicación, todo viene saliendo muy bien.