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Por Carlos Nasif
Semana clave para el comercio agrícola
29 de junio de 2006
En Ginebra, muy lejos de las pampas y muy cerca del corazón financiero mundial, 60 países discuten las condiciones para la comercio agropecuario mundial. La cuenta regresiva está al límite de agotarse, al punto que se considera públicamente que el domingo vence el plazo para que finalice la negociación agrícola.

En realidad esta negociación comenzó a forjarse en 1986, año emblemático para el fútbol argentino, una referencia inevitable en este momento que hierve la mundial-manía. Ese año, en el que la Argentina fue campeón mundial por segunda vez de la mano de Diego Maradona, comenzó en Uruguay la rueda del GATT, que en español significa Acuerdo General de Aranceles y Comercio. El llamado GATT concluyó en 1994 con el acuerdo de Marrakesh, casualmente el año de otro mundial, esta vez ganado por Brasil.

Allí se acordó, para el mundo del campo, la eliminación progresiva de los subsidios a la producción agropecuaria. Esto se refiere en primer término a los que se conceden a exportaciones, pero también a la producción misma.

A pesar de que el comercio agrícola no pasa del 10 % del comercio mundial, el tema es muy sensible en las negociaciones de la OMC, básicamente porque se trata de un tema clave para la humanidad en las próximas décadas: la generación de alimentos para cubrir la demanda de una población mundial en constante crecimiento, y porque para las potencias mundiales el ámbito rural es una cuestión social estratégica.

Pasaron 12 años desde el inicio del GATT. No sólo no se cumplió el compromiso asumido sino que se incrementaron las “ayudas” de los países desarrollados a sus producciones agropecuarias y las distorsiones se estabilizaron en el tiempo. Actualmente se estima que las potencias mundiales destinan 360 mil millones de dólares en subsidios.

Desde que comenzaron las negociaciones a mediados de los 80, que dio origen a la Organización Mundial del Comercio (OMC), el comercio agropecuario mundial decayó en comparación con el resto de las actividades económicas. Tal vez esto tenga origen en las innumerables trabas que tienen los países en desarrollo, mayormente productores de alimentos, para llegar a los principales mercados de consumo.

Según datos oficiales, en los 80 era por 300 mil millones de dólares y en 2002 fue por 583 mil millones de dólares. Esta última cifra representa el 9,3 % del comercio mundial, ubicado en los 6.200 mil millones de dólares, cuando en los 80 el campo participaba con el 15,3 %.

La mayoría de las exportaciones, estimada en un 80 %, son de alimentos procesados y el resto materia prima.

La Argentina es un país netamente agroindustrial, a tal punto que las exportaciones de ese sector representan el 60 % del total del país y es el principal rubro exportador a través del complejo oleaginoso.

Por ello, lo que está sucediendo en este momento en Ginebra es trascendental para el agro argentino y de enorme influencia para la economía del país. Inclusive, sin trascender demasiado ya provocó algún cortocircuito en el MERCOSUR.

La Federación de Asociaciones Rurales del MERCOSUR solicitó al Brasil que se encuadre en los lineamientos del grupo de los 20, integrado entre otras potencias agropecuarias por la Argentina, China, India, Australia y Canadá. Esto significa exigir la eliminación de los subsidios.

Muchos temen que Brasil opte por una postura más flexible a los intereses de los Estados Unidos y la Unión Europea a cambio de otros beneficios para su país.

Dado que no hay expectativas de progresos en la negociación agrícola, básicamente por la reticencia de los países desarrollados a ceder en el tema de los subsidios, la negociación está estancada y desalienta la posibilidad de que surja un documento final que podría ser presentado el domingo con un acuerdo.

Uno de los argumentos de peso es que tanto el documento de la rueda del GATT, como la de Doha (Qatar), propuso una reducción programa de las ayudas económicas a los agricultores. La última puso como fecha límite el 31 de marzo de 2003, que ya quedó muy atrás y todo sigue igual.

El apuro también está dado porque los Estados Unidos tienen tiempo hasta fin de año para lograr un acuerdo por el comercio mundial, mandato otorgado por el Congreso norteamericano. Luego de ese plazo toda nueva negociación requerirá de una nueva autorización del Parlamento y los tiempos pueden extenderse demasiado.

Esta preocupación esta instalada ahora en Ginebra y como referencia valen las palabras del Jefe del Equipo de Chile, Mario Matus: “Todas las rondas se han demorado más de lo previsto. El tiempo normal previsto es fines de este año, y es porque a Estados Unidos se le acaba el mandato negociador que le da su Congreso y sin Estados Unidos no se puede jugar”.

Pascal Lamy, Director General de la OMC, señaló esta semana que “el momento de resolver el tema agrícola es ahora” y advirtió sobre los riesgos: “En cualquier negociación, llega un momento en que ya es demasiado tarde". Y este es el mayor temor, por el impacto que tendrá en la Argentina.