19 de abril de 2024
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Por Sebastián Martínez
Dreamworks contraataca y presenta sus nuevos vecinos
5 de julio de 2006
Ya es un clásico. Como Real Madrid-Barcelona, Pepsi-Coca Cola o Demócratas-Republicanos. En el universo de las películas de animación, el “derby” tiene dos protagonistas excluyentes: Pixar y Dreamworks. Y en este invierno argentino, mientras la adrenalina mundialista ya empieza a quedar atrás, la gran final de las vacaciones de invierno la juegan “Cars”, con los colores de Pixar, y “Vecinos invasores”, con la hinchada de Dreamworks alentando a sus espaldas.
El veredicto se conocerá recién en agosto, cuando se haga el recuento en las boleterías y el público anuncie quién es el campeón de esta temporada de animación. Pero lo que corresponde ahora, durante los primeros minutos de juego, es analizar el estilo, la táctica, los valores que cada una de estas películas presenta en pantalla.
Sobre “Cars” ya nos explayamos en esta columna. Pero vale la pena recordar cuál es su planteo y compararlo con las armas que preparó la gente de Dreamworks. Los coches de Pixar apuntan con énfasis al público infantil, la extraña cofradía de animales silvestres que dan vida a “Vecinos invasores” se permiten más guiños a la platea adulta. (En este sentido, es impagable el homenaje a Marlon Brando que sorprende al final de la película, a través del recuerdo de “Un tranvía llamado deseo”.) Sigamos. “Cars” es una historia que habla de la recuperación de los valores y apela a la emotividad. “Vecinos invasores” también, pero desde un punto de vista menos naif, más ácido y también más divertido.
En Argentina se estrena, como ya queda dicho, con el título de “Vecinos invasores”. Pero el título original, “Over the Hedge”, es más rico porque permite más de una lectura. Literalmente, podría traducirse como “sobre la ligustrina” o “más allá de la cerca”. Pero la palabra “hedge” no sólo nombra a esos setos que limitan los jardines domésticos. También significa “eludir la respuesta” o “responder con evasivas”. Y es precisamente eso, esquivar la verdad, ocultar las intenciones, lo que hace constantemente el protagonista de esta ágil película dirigida por Tim Johnson y Karey Kirkpatrick.
Repasemos rápidamente el argumento. RJ es un hambriento mapache que habla con la voz de Bruce Willis y que comete el error de robar la comida de un enorme oso en su última fase de hibernación. El oso –llamado Vincent y doblado en inglés por Nick Nolte– atrapa al ladrón y lo conmina a devolverle cada una de sus provisiones, so pena de convertirse él (nuestro pobre RJ) en su primera colación de la primavera.
De este modo, una semana es todo lo que tiene el mapache hablador para reunir una desmesurada cantidad de comida (en su mayor parte comida chatarra obtenida en los bosques). Nunca podría lograrlo solo. Sin embargo, RJ encuentra en su camino a un pintoresco grupo de bestiecitas agrestes, a las que engaña para que lo ayuden a reunir esa gigantesca montaña de alimentos. ¿Y dónde conseguirán tanta comida? En los suburbios, “más allá de la ligustrina”, donde los esperan los peligros, es decir, los humanos.
Gran parte de la gracia de “Vecinos invasores” reside en las caracterizaciones de sus curiosos personajes. Mencionemos a los cuatro más destacados: Verne es una prudente tortuga que lleva la voz del actor de televisión Garry Shandling; Hammy, una hiperkinética ardilla que es personificada por uno de los comediantes más prometedores de la nueva generación, Steve Carell; y Ozzie es una zarigüeya macho que encuentra durante la película sus dotes actorales clásicas de la mano del eterno William “Capitán Kirk” Shatner. Algo menos conocido en la Argentina, el británico Omid Djalili también se luce detrás de un seductor gato persa rebautizado Tiger. De todos modos, aquellos que vean el film doblado al español no se verán decepcionados. En esa versión también hay un alto grado de talento y profesionalismo puesto al servicio de los personajes.
Ése es el equipo que “Vecinos invasores” pone en cancha. Ahora que lo conocemos, volvamos a la previa del partido del año en las pantallas del cine animado. “Cars”, el primer producto de Pixar tras su fusión con Disney, ya se presentó con éxito en las salas Argentinas como una película sólida y eficaz, pero algo debilitada por ciertas obviedades en su guión y una excesiva corrección política. Esta pandilla de animales que vive a uno y otro lado de la cerca, en cambio, demuestra un nivel de irreverencia que es bienvenido. Sea porque sus queribles personajes se hacen adictos a la cafeína, o porque roban, traicionan y seducen, los productores de Dreamworks (recordémoslo: la cuna de “Shrek”) pueden sentirse orgullosos: han creado una bonita vecindad.
El veredicto se conocerá recién en agosto, cuando se haga el recuento en las boleterías y el público anuncie quién es el campeón de esta temporada de animación. Pero lo que corresponde ahora, durante los primeros minutos de juego, es analizar el estilo, la táctica, los valores que cada una de estas películas presenta en pantalla.
Sobre “Cars” ya nos explayamos en esta columna. Pero vale la pena recordar cuál es su planteo y compararlo con las armas que preparó la gente de Dreamworks. Los coches de Pixar apuntan con énfasis al público infantil, la extraña cofradía de animales silvestres que dan vida a “Vecinos invasores” se permiten más guiños a la platea adulta. (En este sentido, es impagable el homenaje a Marlon Brando que sorprende al final de la película, a través del recuerdo de “Un tranvía llamado deseo”.) Sigamos. “Cars” es una historia que habla de la recuperación de los valores y apela a la emotividad. “Vecinos invasores” también, pero desde un punto de vista menos naif, más ácido y también más divertido.
En Argentina se estrena, como ya queda dicho, con el título de “Vecinos invasores”. Pero el título original, “Over the Hedge”, es más rico porque permite más de una lectura. Literalmente, podría traducirse como “sobre la ligustrina” o “más allá de la cerca”. Pero la palabra “hedge” no sólo nombra a esos setos que limitan los jardines domésticos. También significa “eludir la respuesta” o “responder con evasivas”. Y es precisamente eso, esquivar la verdad, ocultar las intenciones, lo que hace constantemente el protagonista de esta ágil película dirigida por Tim Johnson y Karey Kirkpatrick.
Repasemos rápidamente el argumento. RJ es un hambriento mapache que habla con la voz de Bruce Willis y que comete el error de robar la comida de un enorme oso en su última fase de hibernación. El oso –llamado Vincent y doblado en inglés por Nick Nolte– atrapa al ladrón y lo conmina a devolverle cada una de sus provisiones, so pena de convertirse él (nuestro pobre RJ) en su primera colación de la primavera.
De este modo, una semana es todo lo que tiene el mapache hablador para reunir una desmesurada cantidad de comida (en su mayor parte comida chatarra obtenida en los bosques). Nunca podría lograrlo solo. Sin embargo, RJ encuentra en su camino a un pintoresco grupo de bestiecitas agrestes, a las que engaña para que lo ayuden a reunir esa gigantesca montaña de alimentos. ¿Y dónde conseguirán tanta comida? En los suburbios, “más allá de la ligustrina”, donde los esperan los peligros, es decir, los humanos.
Gran parte de la gracia de “Vecinos invasores” reside en las caracterizaciones de sus curiosos personajes. Mencionemos a los cuatro más destacados: Verne es una prudente tortuga que lleva la voz del actor de televisión Garry Shandling; Hammy, una hiperkinética ardilla que es personificada por uno de los comediantes más prometedores de la nueva generación, Steve Carell; y Ozzie es una zarigüeya macho que encuentra durante la película sus dotes actorales clásicas de la mano del eterno William “Capitán Kirk” Shatner. Algo menos conocido en la Argentina, el británico Omid Djalili también se luce detrás de un seductor gato persa rebautizado Tiger. De todos modos, aquellos que vean el film doblado al español no se verán decepcionados. En esa versión también hay un alto grado de talento y profesionalismo puesto al servicio de los personajes.
Ése es el equipo que “Vecinos invasores” pone en cancha. Ahora que lo conocemos, volvamos a la previa del partido del año en las pantallas del cine animado. “Cars”, el primer producto de Pixar tras su fusión con Disney, ya se presentó con éxito en las salas Argentinas como una película sólida y eficaz, pero algo debilitada por ciertas obviedades en su guión y una excesiva corrección política. Esta pandilla de animales que vive a uno y otro lado de la cerca, en cambio, demuestra un nivel de irreverencia que es bienvenido. Sea porque sus queribles personajes se hacen adictos a la cafeína, o porque roban, traicionan y seducen, los productores de Dreamworks (recordémoslo: la cuna de “Shrek”) pueden sentirse orgullosos: han creado una bonita vecindad.