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26 de abril de 2024
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Por Sebastián Martínez
"El gran truco": una mágica rivalidad
29 de noviembre de 2006
De a poco, pero de un modo cada vez más estruendoso, el londinense Christopher Nolan se va haciendo un nombre en el Parnaso de los directores angloparlantes que decoran el comienzo de este nuevo siglo. Hace seis años pocos conocían su nombre y sus dos primeras películas “Doodlebug” y “Following” pasaron inadvertidas alrededor del mundo. Pero luego llegó “Memento” y, de repente, todo el mundo hablaba de Nolan.

Aquella fábula sobre la memoria y sus ausencias, tan atractiva comercialmente y tan novedosa para los conservadores cánones formales de Hollywood, catapultó a Nolan a la consideración global. Y así se abrieron las puertas de las grandes producciones. Primero fue “Noches blancas”, donde Al Pacino y Robin Williams se enfrentaban en un policial en el que nunca se ponía el sol. Luego, ya en la cumbre del cine de entretenimiento, Nolan aceptó viajar al origen de uno de los mitos populares modernos más convocantes y entregarnos “Batman inicia”.

Habrá que reconocerle a Nolan más de una virtud. Una de ellas es que nunca ha defeccionado. Ya sea en la independiente “Memento” o en la hipertaquillera “Batman inicia”, el británico ha sabido dejar un sello personal en todos sus trabajos. Algo que pocos pueden jactarse de lograr hoy por hoy. Quizás Tim Burton, quizás Clint Eastwood, quizás Peter Jackson, seguramente Steven Spielberg o James Cameron. No es que éstos sean los mejores, pero sí son de los contados que pueden ir y venir entre el cine ultra-comercial y las propuestas más personales sin perder su identidad en el camino.

Nolan ha ingresado hace poco a este selecto grupo y lo ha hecho con estilo. En este contexto, llega “El gran truco” (“The Prestige”), su última película que es, curiosamente, la segunda sobre magos de comienzos del siglo XX que aterriza en la cartelera argentina en la primavera de este 2006. La otra, por supuesto, es “El ilusionista”, que ya convocó a las butacas más de 250 mil espectadores locales y se ha transformado en uno de los sucesos de la temporada.

“El gran truco” tendrá ahora la oportunidad de presentar sus credenciales ante la platea local y medir sus posibilidades. Armas no le faltan. Un guión sólido (en varios aspectos más certero que el de “El ilusionista), una apuesta visual sobria que sabe evitar los excesos que tentadoramente ofrece la trama y un puñado de actuaciones para el recuerdo.

Aclaremos de qué estamos hablando. “El gran truco” comienza mientras los aprendices de mago Alfred Borden y Robert Angier (Christian Bale y Hugh Jackman) comparten escenario bajo las órdenes del verdadero artífice de las ilusiones: el sabio Cutter, magistralmente interpretado por Michael Caine. De un modo inesperado, se presentará un accidente fatal que cambiará el rumbo de la historia. El personaje de Jackman culpará del incidente a su colega personificado por Bale y comenzará a, partir de entonces, a desarrollarse el verdadero conflicto del filme.

Ya caminando sendas separadas, los magos Borden y Angier competirán por dirimir cuál de los dos es el mago más talentoso de Londres y se devanarán los sesos elaborando planes para boicotear las presentaciones de su rival. La competencia se hibridará con la mutua admiración por la habilidad del contrincante para encandilar a sus respectivos auditorios con artilugios mágicos. La rivalidad se convertirá en batalla abierta y sólo habrá un triunfador: o Angier (Jackman) en su estilo aristocrático, engolado, que encanta a sus seguidores antes con la palabra que con sus manos, o Borden (Bale), portador de una furia contenida más visceral y directa. Alternativamente, van prestándose hasta el final el título de “villano de la película”.

Valen dos apostillas. Primero: a diferencia de lo que sucede en “El ilusionista” (la tentación de poner en paralelo ambos filmes es muy grande), en “El gran truco” las mujeres cumplen un papel secundario. Están Scarlett Johansson y las menos conocidas Piper Perabo y Rebecca Hall. Pero su rol es antes que nada funcional a la trama de un modo subalterno. El filme gira en torno al enfrentamiento de dos hombres y si es que hay otros personajes que tienen intervenciones clave en el argumento son también masculinos.

Y aquí entra la segunda nota al pie. Por un lado, destacar el ya mencionado desempeño de Michael Caine quien, parece pertinente señalarlo, es en su vida privada un aficionado a la magia. Pero, por otra parte, no puede dejar de apuntarse la breve pero decisiva intervención de David Bowie, quien interpreta en “El gran truco” al genial científico austrohúngaro Nikola Tesla (único personaje real de la historia) , quien desarrolló inventos fundacionales en los campos de la corriente alterna, el electromagnetismo y la radiotransmisión.

Ciencia, antagonismo, magia, crimen. Como puede verse, “El gran truco” es un trabajo de una riqueza que no se agota en sus dos horas y ocho minutos de proyección. Y alcanza todas sus metas sin desviarse de las normas básicas del cine entendido como entretenimiento. Seguramente, un logro del que Christopher Nolan se siente orgulloso.