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Por Sebastián Martínez
"Los mensajeros": una receta remanida
25 de abril de 2007
La inmensa mayoría de los elementos argumentales que aparecen en “Los mensajeros” ya fueron vistos en otras películas. Esta obra de terror no tiene intenciones de ser original. Pareciera, de hecho, que es una película que ya hemos visto no una, sino varias veces. Sería difícil definir exactamente en qué filme vimos por primera vez todo esto. Posiblemente, en ninguno en particular. Hay como una decena de tópicos más o menos remanidos del género, que se recrean aquí (con prolijidad, hay que admitirlo) para conformar “Los mensajeros”.

La receta elegida era más o menos previsible: convocaron a los directores tailandeses Danny y Oxide Pang, que obtuvieron cierto renombre con “The Eye”, y darles a filmar una historia con casi todos los elementos clásicos del cine de terror de los últimos años. De los últimos quince años, digamos.

Repasemos brevemente la historia, a ver si a alguien le resulta vagamente conocida. Una familia (padre, madre, hija adolescente, hijo de 3 años) abandona la gran ciudad de Chicago y llega a una desvencijada casa rural para instalarse y probar suerte con el cultivo de girasoles. Hay, por supuesto, algo más o menos oscuro en el pasado del grupo familiar y hay, también por supuesto, algo siniestro en esa casa abandonada, alejada de todo y con tantos ruidos como fantasmas.

En su intento por dejar la mala racha atrás y comenzar una nueva vida, los Solomon (porque así se llama nuestra familia aterrada) trata de poner en orden la casa, reparar el tractor, hacer amistades y aguardar con anhelo una buena cosecha.

El padre de familia (Dylan McDermott, el protagonista de la serie judicial “Los practicantes”) pone todo su empeño en transformarse en un granjero ejemplar. Su esposa (Penelope Ann Miller, la estrella de la serie “Vanished”) se desvive por mantener alto el espíritu, pese a los evidentes conflictos que aquejan a la familia. La hija adolescente (Kristen Stewart, con anteriores papeles en “La habitación del pánico” y “La seguridad de los objetos”) extraña horres su Chicago natal y, para colmo, es la primera en tener contacto con los fantasmas de la casa embrujada. El pequeño Ben (Evan Turner) ha perdido misteriosamente el habla, pero también posee ciertos poderes para percibir lo sobrenatural.

Aparecerá un gentil vagabundo que colaborará en las faenas de la agricultura (John Corbett, el Aidan de “Sex and the city”), volarán enormes cantidades de cuervos alrededor de la cosecha de girasoles y, especialmente, harán irrupción los “mensajeros”, esos fantasmas del pasado que atormentarán a la familia, pero que también parecen querer advertirla sobre algo.

Claro que, de acuerdo con los tiempos que corren, estos fantasmas no serán como los antiguos espíritus de Hollywood, espectros etéreos de sábanas blancas, sino los más recientes seres creados por el cine de terror del Lejano Oriente: criaturas horrendas, corpóreas y torturadas. Sí, tambien las hemos visto. En “La llamada” y toda la secuela del nuevo cine de terror japonés más o menos reciente.

El panorama queda más o menos definido. La casa embrujada, la adolescente inconformista, la familia quebrada, el niño con percepciones extrasensoriales, el misterioso vagabundo, los espíritus sin paz. Puntadas de una trama que ya hemos visto otras tantas veces.

En el fondo, este filme de los hermanos Pang termina siendo casi un decálogo del cine de terror, que reinterpretado con algo de cinismo terminaría arrojando algo más parecido a una parodia del tipo “Scary Movie” que a un filme con propuestas novedosas. Es complejo saber a quién puede interesarle “Los mensajeros”. Los amantes del género bien pueden decir que ya la vieron antes del primer fotograma. Aquellos que esquivan las “horror movies” no tienen ningún elemento extra que pueda convocarlos. Pero hay muchos cuervos en la película. Quizás algún ornitólogo...