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Por Sebastián Martínez
"El sospechoso": así es como está el mundo
31 de octubre de 2007
Dicen muchos comentaristas más o menos entrenados en desmenuzar la actualidad que el 11 de septiembre de 2001 cambió el mundo. Lo que ocurrió ese día todos lo recordamos. Ahora, si la pregunta es en qué se convirtió el planeta después de los atentados contra el World Trade Center, las respuestas comenzarán a variar drásticamente. Son múltiples las opiniones sobre qué es hoy y hacia dónde va el mundo en la primera década del siglo XXI. La película “El sospechoso” es una de ellas.

Y la grata sorpresa es que se trata de una respuesta que está bastante lejos de la obviedad y que, más allá de las afinidades o discrepancias, no puede ser acusada en absoluto de ser solemne, aburrida o simplista.

Para entender de qué estamos hablando, inevitablemente deberemos adentrarnos un poco en el argumento de este filme dirigido por el sudafricano Gavin Hood, que sorprendió al mundo hace dos años mostrando en “Tsotsi” la crudeza de los barrios marginales de Johannesburgo (no muy distintos de los de Buenos Aires) y ahora se anima con su primera producción para Hollywood.

“El sospechoso” tiene, por lo menos, cuatro tramas que se superponen. Si hay que empezar por algún lado, digamos que el asunto comienza cuando un ingeniero químico nacido en Egipto (e interpretado por Omar Metwally) toma un vuelo desde Sudáfrica rumbo a Estados Unidos, el país que lo adoptó cuando era apenas un chico.

Al llegar al aeropuerto, le espera una desagradable bienvenida: es detenido sin mayores explicaciones. O, quizás, sería más preciso decir que es secuestrado por las fuerzas de seguridad, que lo meten en un avión oficial con destino a algún país norafricano, donde se ha cometido un atentado suicida y donde se lo interrogará brutalmente como sospechoso de haber facilitado ese ataque.

La segunda historia es la de dos agentes de la “ley”. Por un lado, el agente de la CIA Douglas Freeman (en la piel de Jake “Secreto en la montaña” Gyllenhaal), quien asiste por primera vez en su carrera a los aberrantes interrogatorios que padecen quienes quedan sospechados de terrorismo. Por otra parte, el jefe de la policía de algún país del Norte de África, encarnado brillantemente Yigal Naor, quien compone a un difícil personaje que al mismo tiempo es un interrogador brutal y un padre de familia preocupado, un convencido antiterrorista y un despiadado torturador.

Otra línea argumental, en un principio menor, pero con creciente protagonismo, es la que lleva adelante la hija mayor de este jefe policial norafricano. Ella escapa de su casa con su novio, para huir de un matrimonio arreglado. Lejos del hogar, empieza a conocer a su enamorado y, en cierto modo, eso resuelve todos los nudos argumentales de la película.

El cuarto eje lo sufre la cada vez más sólida actriz Reese Witherspoon, quien interpreta a la esposa del ingeniero químico detenido y que, de un momento para otro, queda completamente impedida de conocer el paradero de su marido. Ella sufre en casa, con un hijo y otro por venir, tratando de desentrañar dónde está su pobre esposo, y enfrentando a un Estado todopoderoso, que en este caso lleva la cara de Meryl Streep.

Bueno, ya hemos contado más que suficiente. Si hasta aquí pareció enredado, esperen que hay más. Además de todas estas historias paralelas, la película tiene una vuelta de tuerca final para sorprender al espectador.

Pero a diferencia de otros filmes que son complicados sólo por el prurito de no parecer zonzos, la complejidad de “El sospechoso” está plenamente justificada. La película es compleja porque que el mundo que deja ver es complejo, infinitamente. Por eso, en lugar de quejarse, como sucede con algunos rebusques inútiles, uno termina de ver “El sospechoso” y no tiene otra que agradecer al director por haber sabido llevar tamaño trabajo a cabo y, al mismo tiempo, entregarnos un filme sólido, entretenido y bien fundamentado.