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Por Sebastián Martínez
"Cloverfield": un monstruo, cámara en mano
5 de febrero de 2008
La primera pregunta es: ¿cómo logró “Cloverfield” transformarse en una de las películas más esperadas de la temporada? No tiene ni de lejos grandes ni famosos actores, su director Matt Reeves es un debutante y su promesa de ser un filme más sobre “monstruos” apenas puede llamar la atención.

La clave para entender por qué gran parte del mundo esperaba el estreno de “Cloverfield” se llama J.J. Abrams. Este productor, conocido hace unos años por la creación de “Alias”, se ha transformado hoy en una celebridad universal gracias al éxito de su hijo dilecto: la atrapante serie “Lost”, seguida alrededor del orbe con un fanatismo y una devoción pocas veces experimentada.

Bastó con saber que “Cloverfield” era la primera apuesta fuerte en el cine que realizaba Abrams luego del éxito de “Lost”, para que legiones de seguidores de todo el planeta comenzarán a ilusionarse con ver una obra que, por lo menos, estuviese a la altura de la serie sobre los náufragos perdidos en el tiempo y el espacio.

Pero lo lamentablemente cierto es que “Cloverfield” no le llega ni a los talones a “Lost” y no pasa de ser una película ingeniosa, de buen ritmo, pero también un poquito inverosímil y no muy original. Quienes sean habitués de los videoclubs y en los últimos años hayan visto “El proyecto Blair Witch” y “Godzilla”, pueden imaginar una cruza de estos dos filmes y se darán una idea bastante acabada de lo que propone “Cloverfield”.

La historia va más o menos así. Un grupo de jóvenes da una fiesta en un departamento de Nueva York para despedir a uno de los integrantes de la pandilla, que se va a vivir a Japón. Uno de ellos toma una cámara de video y se la pasa al menos lúcido de los invitados. Le pide: “Lo único que debes hacer es documentar esta noche, para que nuestro amigo la recuerde cuando esté allá lejos, en Japón”.

“Cloverfield” es el registro de esa noche. De comienzo a fin, lo único que veremos en la pantalla es el contenido del cassette que quedó dentro de esa cámara de video: hay algunas imágenes correspondientes a otro día, pero esencialmente lo que se refleja es lo ocurrido la noche en que la isla de Manhattan fue atacada por un enorme monstruo y sorprendió a un grupo de chicos en medio de una fiesta.

La aparición de un monstruo desproporcionado que cambiar el curso de la historia ya lo hemos visto muchísimas veces y quizás “Godzilla” sea el representa de este género por antonomasia. El recurso de una película basada únicamente en el registro “documental” de un camarógrafo amateur lo hemos aprendido en “El proyecto Blair Witch”. Ahora se entiende de dónde surgieron las ideas que inspiraron “Cloverfield”.

Las limitaciones del filme, la cantidad de veces que el espectador se pregunta cómo es posible que esa cámara siga encendida y la falta de matices en la historia, no quitan que “Cloverfield” tenga algunos méritos. Cierta dosificación inteligente de la información, un buen ritmo y el apego por el concepto fundacional de la película pueden anotarse en el haber de esta producción.

Tampoco es tanto. Si hubiésemos visto “Cloverfield” hace veinte años, su aparición habría causado algún revuelo. Hoy en día, luego de todo el agua que corrió bajo el puente, apenas puede decirse que es una propuesta que al principio interesa y que al final nos deja con gusto a pequeña desilusión.