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Por Sebastián Martínez
"Meteoro": vértigo visual y fuegos artificiales
7 de mayo de 2008
Los hermanos Andy y Larry Wachowski son gente extraña. Se dieron a conocer en el mundo entero con la contudente “Matrix” e, inmediatamente, pasaron a ser una de las grandes esperanzas de Hollywood. Sin embargo, en forma algo inesperada, luego entregaron una floja segunda parte para la saga protagonizada por Keanu Reeves, y remataron sus desaciertos con un pésimo cierre para una trilogía que merecía más.

No obstante, luego se sentaron a escribir y entregaron el sensacional guión de “V de venganza”, con el que empezaron a reivindicarse de su descarrilamiento. Y cuando nadie sabía hacia dónde irían luego sus destinos, anunciaron que tomarían a su cargo una ambiciosa adaptación de “Meteoro”, el clásico animé japonés que es popular en todo el planeta.

¿Qué se puede decir de “Meteoro: la película”? Bueno, por lo menos, se podría aseverar que lo que han hecho los Wachowski con el legendario corredor de autos es “interesante”. Pero este adjetivo es un tanto ambiguo para una película tan particular. Así que vamos a los detalles.

Para empezar, la trama. Respetando con bastante fidelidad los lineamientos de la serie animada original, los Wachowski idearon un argumento que narra al mismo tiempo la historia de la familia Racer, a la que pertenece Meteoro, y la aventura crucial en la vida de nuestro héroe-piloto.

“Las carreras en mi familia son algo así como una... religión”, explicará promediando la película el propio Meteoro, en la voz del joven Emile Hirsch. Y así parece ser. Su padre (John Goodman) es un eximio aunque humilde constructor de autos. Su madre (Susan Sarandon) sabe tanto de motores como cualquier otro. Bujía (Kick Gurry) es un miembro más de la familia y el asistente inseparable del equipo Racer. Y su hermano Rex (Scott Porter) es ya un corredor consagrado cuando Meteoro es apenas un chico que no puede concentrarse en sus exámenes.

Más tarde aparecerán, para deleite de los fundamentalistas del animé, los restantes y conocidos personajes de la serie: Trixie (la encantadora Christina Ricci), el Enmascarado o Racer X (Matthew “Jack de Lost” Fox) y hasta el chimpancé Chito.

El conflicto aparece, primero, cuando Rex muere en un accidente durante una carrera “a campo traviesa”. Meteoro crecerá y tomará la posta de su hermano mayor. Y descubrirá, como él, que el mundo de las carreras de autos está contaminado por la corrupción, las competencias “arregladas” y las grandes corporaciones que pretenden manejar el negocio, sometiendo por las buenas y por las malas a los corredores.

Pero, para ser claros, el argumento (efectivo, pero convencional) es lo que menos llama la atención de “Meteoro: la película”. Lo que verdaderamente salta a la vista, detrás de las parejas actuaciones del elenco, es la apuesta estética adoptada por los Wachowski. La pantalla se llena, de comienzo a fin, de colores hiper saturados, de tonos que parecen salidos no tanto de los dibujos animados, sino de los videogames más psicodélicos.

A esa paleta de colores tan pero tan llamativa que utilizan los directores, se le suma una estética retrofuturista, en la que conviven los panqueques caseros con las más alucinadas aleaciones de metales. Y, como si eso fuese poco, el manejo de la superposición de imágenes que era utilizado con cierta tosquedad en el animé original, aquí dota a todas las secuencias de un ritmo enloquecedor, con tanta información por segundo que las pupilas quedan exhaustas.

¿Es bueno o es malo este despliegue de colores exacerbados, de imágenes superpuestas hasta el paroxismo, de brillantes artificios técnicos? Ni una cosa ni la otra. Es, digamos, “interesante”. Pero “Meteoro: la película” tiene, por suerte, algo detrás del mero efectismo visual. No es gran cosa, pero nos cuenta una historia. Algo infantil, algo lineal, puede ser. Pero entretenida y ágil. Igualito al “Meteoro” de hace 40 años. Ése que miraron generaciones enteras alrededor del mundo, mientras tomaban la merienda.