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Por Sebastián Martínez
"Los expedientes secretos X": cine vs. TV
13 de agosto de 2008
Dicen cada vez con mayor frecuencia que lo mejor de la ficción proveniente de los Estados Unidos ya no se encuentra en el cine, sino en las series de televisión. La afirmación es un tanto temeraria, pero sí es cierto que hay que sacarse el sombrero ante algunas de las producciones televisivas que vienen fanatizando a millones de espectadores alrededor del mundo.

Los casos más conocidos son “Lost”, “24”, “Los Soprano”, “The Wire” y algunos hasta incluyen a “Amas de casa desesperadas” en la lista de series consagradas, que han obtenido un amplio favor del público con obras de gran calidad.

Sin embargo, si nos preguntáramos cómo llegamos a este punto, habrá que remontarse una década atrás. Porque fue en la década del 90 cuando las series de televisión de los Estados Unidos dejaron de parecerse a “Brigada A” y “Sheriff Lobo” para transformarse en lo que hoy es venerado alrededor del mundo. Y si indagamos en los inicios de esta encomiable mutación encontraremos dos vertientes.

La primera es aquella que tiene que ver con las sitcoms, en las que “Seinfeld”, “Friends” y hasta los mismísimos “Simpsons” abrieron un juego hasta entonces cerrado. Pero más allá de estas propuestas vinculadas esencialmente con el humor, encontraremos que fue hace unos diez o quince años cuando comenzó el proceso de elaboración de series de calidad, que se animaron a ir por más desde la pantalla chica. Y, en ese sentido, las dos referencias inevitables son “ER Emergencias” y, por supuesto, “Los expedientes secretos X”.

Es por esto que, cuando uno se pone a hablar de las desventuras de los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully, primero debe rendirles un pequeño homenaje. Porque fueron ellos, en gran medida, los que posibilitaron que hoy tantas y tan buenas series de televisión llegadas desde el Norte nos encandilen. Antes de que Mulder y Scully se lanzaran a perseguir fenómenos paranormales, las cosas eran mucho más chatas en nuestra cultura televisiva.

Ahora bien. No todo es color de rosas en el mundo de los “X Files”. Después de su arrollador éxito de cinco años en el formato televisivo, Mulder y Scully dieron el salto al cine en 1998 y los resultados no fueron demasiado prometedores. Diez años más tarde, la pareja integrada por David Duchovny y Gillian Anderson vuelve a intentarlo con “Los expedientes secretos X: quiero creer”. Y la cosa tampoco ha quedado para ponerse a encender pirotecnia.

En esta nueva película encontramos a Mulder y Scully retirados del FBI. Ella retomó su trabajo como médica en un hospital; él se aisló en su casa y continúa recopilando enfermizamente informaciones sobre fenómenos inexplicables. Hay algún dato más sobre su vida cotidiana que es relevante, pero que no tiene sentido adelantar.

Digamos, en cambio, que las existencias de estos dos ex agentes federales transcurre con relativa tranquilidad y algo de tedio, hasta que el FBI vuelve a contactarlos, esta vez a través de la siempre bienvenida Amanda Peet.

El tema es que una agente del FBI ha desaparecido. Y la única pista concreta sobre el caso fue aportada por ex sacerdote católico, condenado por pedofilia, quien se atribuye poderes psíquicos. Para determinar si el ex religioso está fabulando o está diciendo la verdad, Mulder es convocado una vez más a la sede de los federales, de donde prácticamente fue echado a patadas algunos años antes.

Allí vamos de nuevo, entonces. El cuadro de situación es más o menos el siguiente: habrá que investigar el caso de la agente desaparecida, analizar los poderes psíquicos del ex cura, acompañar los problemas de Scully con sus pacientes en el hospital, compadecerse del viejo trauma de Mulder y su hermanita abducida por extraterrestres, etc. La trama, en algún momento, virará hacia la experimentación médica, con algunas aberraciones de por medio.

Lo cierto es que, pese a los guiños para fanáticos esparcidos por aquí y por allá, “Los expedientes secretos X: quiero creer” no pasa de ser un capítulo más de aquella mítica serie. Ni siquiera uno de los mejores capítulos. Uno más. Con algún dato importante para los seguidores, pero no muchos más “ganchos”. Da la sensación de que, a la hora de pensar la película, los productores se encontraron con un par de guiones que fueron descartados en su momento para la serie y resolvieron que allí había una película. Tenían razón. Era una película. Pero no era muy buena.