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Por Sebastián Martínez
"Siete almas": si querés llorar...
24 de febrero de 2009
El estreno de "Siete almas" despertaba cierto interés. En primer lugar, porque fue en su momento la estrella de la taquilla de los Estados Unidos. Y, en segundo término, porque fue una de las dos películas que, junto a "Hancock", convirtió a Will Smith en el actor más recaudador de 2008, en territorio norteamericano.

El filme, narrado en forma no demasiado lineal (con saltos hacia el pasado y hacia el futuro), cuenta la historia de un hombre deprimido y caritativo que se ha propuesto mejorar (o incluso salvar) las vidas de siete personas, a las cuales no conoce en absoluto.

El personaje principal, interpretado obviamente por Will Smith, se presenta ante estos extraños como un recaudador de impuestos de la IRS (la AFIP de los Estados Unidos), evalúa si merecen realmente su ayuda y, finalmente, los incorpora o los descarta de su listado de buena voluntad.

Las razones por las cuales el recaudador de buen corazón hace esto se irán develando con el correr de la película, aunque habrá que coincidir en que toda la trama es más bien previsible y, de hecho, cuando ya hemos visto los primeros 45 minutos podemos predecir con poco margen de error cómo terminará exactamente el asunto.

Por supuesto, hay un ingrediente romántico. Una de las beneficiarias de la obra caritativa del recaudador es una joven mujer con insuficiencia cardíaca (interpretada por la eficiente Rosario Dawson). Y lo que hubiese debido ser sólo una obra más del buen samaritano, se termina transformando en un romance imposible.

"Siete almas" tiene infinidad de problemas. Como ya dijimos, uno de ellos es su previsibilidad. Otro, como ya todos pueden imaginar, es la enorme cantidad de golpes bajos que van puntuando el desarrollo del filme. Jóvenes que van a morir sin cumplir sus sueños, ciegos de una benevolencia a toda prueba, accidentes fatales, trasplantes de órganos, mujeres golpeadas...

En resumen, la película es un compendio de todo aquello que nos puede poner a llorar con excesiva facilidad. ¿Qué es en definitiva un golpe bajo? No se sabe con exactitud, pero podría definirse como la utilización narrativa del sufrimiento humano con vistas a emocionar al espectador sin esforzarse ni siquiera un poco. Si, por ejemplo, contamos durante una hora la historia de un niño que se encariña con un cachorrito y en la mitad de la película aplastamos al cachorrito con un camión, eso es un golpe bajo.

Bueno, de ésos hay a patadas en "Siete almas". Y eso es lo que provoca que, a diferencia de las películas genuinamente conmovedoras, ésta sea simplemente una película lacrimógena. El que quiera llorar, que vaya. Las películas mediocres también hacen llorar.