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Por Sebastián Martínez
"Los indestructibles": acción de vieja escuela
1 de septiembre de 2010
Si uno ingresa a la página de IMDb, conocida como la Biblia del cine en internet, y busca la ficha correspondiente a Los indestructibles, se encontrará con una entusiasta reseña de la película escrita por un fanático, que le otorga la mayor puntuación. Es ruidosa. Es divertida. Es explosiva, dice este seguidor, fascinado por la nueva película dirigida por Sylvester Stallone y en la presunción de que un filme ruidoso, divertido y explosivo es obviamente bueno.

Por supuesto que el autor de esa reseña no miente. Los indestructibles es, efectivamente, ruidosa y explosiva. Lo de divertida queda para discutirlo un poco más extensamente. Pero lo interesante de esas líneas escritas por el fanático es que representan a un montón de espectadores que buscan películas como Los indestructibles y que Hollywood ha venido desatendiendo desde hace rato.

De hecho, el propio autor de la reseña se queja: Ya no se pueden ver películas de acción como éstas, porque Hollywood está tratando de ser todo el tiempo inteligente. Pareciera que todas películas deben tener un final sorprendente en estos días. Y, nuevamente, en las palabras de este fanático de Los indestructibles hay grandes verdades encerradas.

Por supuesto, todo esto no quiere decir que haya que coincidir con este muchacho. De hecho, Los indestructibles no es una gran película. Ni siquiera una gran película de acción, como sí hubo algunas en la década del 80, en los años en que varios de sus protagonistas se lucían en la gran pantalla.

Porque uno de los puntos fuertes de Los indestructibles es su casting. Por supuesto, Stallone encabeza el elenco, al hacerse cargo del personaje que lidera una banda de mercenarios curtidos y súper entrenados para misiones de élite. Junto a él desefundan sus armas Jason Stathman y Jet Li (que vienen a ser, digamos, la parte joven del elenco). Y alrededor aparecen actores como Eric Roberts, Dolph Lundgren, Mickey Rourke (el único que ha logrado reflotar su carrera desde otro costado) y hasta Bruce Willis y Arnold Schwarzzeneger se prestan para hacer una breve intervención que, hay que decirlo, tiene su gracia.

El argumento es bastante sencillo. Los indestructibles son contratados por un misterioso sujeto para ir a una isla de Sudamérica y derrocar a un dictador sangriento, que gobierna bajo la tutela de un inescrupuloso estadounidense. Los personajes de Stallone y Statham viajan al lugar y no pueden llevar a cabo su plan, pero conocen allá a una joven y bella rebelde, cuyo rescate será la excusa para regresar pocos días después e intentar la famosa misión suicida.

El resto son ametralladoras a tope, cuchillos que vuelan, explosiones por doquier, algún remate más o menos irónico y, por supuesto, infinidad de cuerpos que estalla en sangre (es imposible llevar la cuenta de la cantidad de personajes que muere durante el filme). Y, de repente, el espectador es transportado a la década del 80. No sólo porque los actores son los mismos que dominaban la taquilla entonces, sino porque el tratamiento de la trama, de la imagen y de los tiempos es igual al de películas como Rambo II, Predador, Conan, el bárbaro u otras sagas populares hace ya 30 años.

Sería necio negar que existe un público (uno muy numeroso) para este tipo de películas. Stallone supo ver eso. Y se le debe reconocer cierto mérito. Pero la discusión de veras interesante es si Los indestructibles representa el futuro del cine de acción de Hollywood o es sólo una esquirla suelta de aquellas explosiones que llenaban las pantallas hace tres décadas.