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Y un día, la Academia dejó de ignorar a Scorsese
26 de febrero de 2007
Martin Scorsese ya puede dormir tranquilo. Después de 64 años de vida, más de cuarenta películas y una trayectoria unánimente aplaudida, ahora puede completar su vitrina con el primer Oscar que le dan por su trabajo.

El reconocimiento llegó de la mano de Los infiltrados, su trabajo sobre la mafia de Boston, que también se llevó la estatuilla a la Mejor Película en la ceremonia de la 79 entrega de los Oscar de Hollywood.

Scorsese competía en esa categoría con algunos otros hombres fuertes de la cinematografía actual: Clint Eastwood (por Cartas desde Iwo Jima), Stephen Frears (por La reina), Paul Greengrass (por Vuelo 93) y Alejandro González Iñárritu (por Babel).

La estatuilla le fue entregada, sobre el escenario del Teatro Kodak por tres monstruos sagrados del cine estadounidense. Nada menos que Francis Ford Coppola, George Lucas y Steven Spielberg, quienes eran amigos en su primera juventud. En el momento en que Scorsese subió al estrado se dio una de las más increíbles cumbres de la dirección del séptimo arte norteamericano.

El director neoyorquino llegó hasta esta entrega de premios con cinco nominaciones a sus espaldas. Los anteriores filmes por los que había sido postulado al Oscar como Mejor Director son Toro salvaje, La última tentación de Cristo, Buenos muchachos, Pandillas de Nueva York y El aviador.

Por algunos otros de sus recordados filmes, como La edad de la inocencia, Casino, Cabo de miedo, El rey de la comedia o, especialmente, Taxi Driver, no había sido siquiera nominado.