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Senado aprueba salvataje económico a pedido de Obama
Legisladores demócratas y republicanos alcanzaron un acuerdo tentativo para aprobar el paquete de estímulo económico que promueve el presidente norteamericano
7 de febrero de 2009
Pocas horas después de que se dieran a conocer nuevas y alarmantes cifras de desempleo en los Estados Unidos, el Senado y la Casa Blanca alcanzaron ayer un acuerdo tentativo en torno a un plan de estímulo económico promovido por el presidente Barack Obama.

Dos funcionarios dijeron que el acuerdo, alcanzado tras una semana de incertidumbre, es para un proyecto por 780.000 millones de dólares. La aprobación del plan en la Cámara alta le daría al flamante mandatario su primera gran victoria legislativa.

El acuerdo se alcanzó al cabo de una tensa jornada de negociaciones tras bambalinas en la que el líder de la mayoría demócrata en la Cámara alta, Harry Reid, junto con el secretario de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, buscaron atraer el apoyo de suficientes republicanos para darle a la medida la mayoría de 60 votos requerida.

De recibir una votación favorable en el Senado, la versión del proyecto deberá ser armonizada con la de 819.000 millones de dólares que aprobó la semana pasada la Cámara de Representantes.

Un grupo de 20 senadores republicanos y demócratas presionó hasta último momento por cambios drásticos al plan, a través de una reducción de su componente fiscal. "Es hora de actuar, pero no haciendo cualquier cosa", había expresado poco antes Mitch McConnell, el jefe de la minoría republicana, que cuenta con 41 de los 100 escaños del Senado.

La semana pasada, la Cámara baja había dado luz verde a un plan de estímulo de 819.000 millones de dólares que combinó 275.000 millones en recortes impositivos con un enorme gasto público en proyectos de infraestructura y otras iniciativas para sacar a la economía estadounidense de la recesión.

El paquete fue aprobado en la Cámara baja sin el voto de ningún legislador del Partido Republicano, que considera que para salir de la crisis es suficiente implementar sólo un recorte impositivo y sobre todo no aumentar el gasto fiscal.

Inicialmente, el plan tratado por el Senado orilló los 920.000 millones de dólares -más que ninguna otra ley similar en la historia-, que serían desembolsados durante dos años. Un grupo de senadores moderados intentó entonces recortar la parte del gasto, posiblemente reduciendo algunos fondos para educación y otros proyectos que consideraron ineficaces para reactivar rápidamente la economía.

De superar la prueba en el Senado, ambas cámaras irán a una comisión conjunta para definir una última versión de consenso del proyecto. Obama reiteró el martes pasado su ultimátum del 16 próximo para que el Capitolio se ponga de acuerdo en una versión unificada del plan.

A la espera de la aprobación en el Senado, Wall Street cerró ayer con un aumento de 2,70%, señal de que los mercados mantenían la esperanza en un voto afirmativo.

Datos alarmantes
En tanto, ayer se supo que la economía de Estados Unidos perdió casi 600.000 puestos de trabajo el mes pasado, la cifra más alta desde diciembre de 1974, lo que elevó el índice de desempleo al 7,6 por ciento, más que lo previsto por los analistas.

Obama usó este anuncio como demostración de que su plan de estímulo es una medida indispensable para evitar que se agrave la recesión en Estados Unidos, iniciada en diciembre de 2007.

"La situación no podría ser más seria. Estos números demandan acción", dijo Obama al Congreso.

"Es inexcusable e irresponsable que nos atasquemos en distracciones, retrasos o las politiquerías mientras millones de estadounidenses se han quedado sin trabajo", afirmó.

Al tiempo que presionaba al Senado, Obama presentó a los miembros del consejo de asesores independientes que tiene como objetivo ayudarlo a formular una respuesta a la crisis económica. El equipo está integrado por grandes nombres del mundo empresarial, sindical y académico, quienes, según dijo el propio mandatario, le darán "una visión sobre el terreno" de la economía desde sus diversos sectores.

La idea contrasta con las prácticas de su antecesor, George W. Bush, que fue criticado por sólo consultar a un pequeño número de consejeros conservadores que pensaban de forma similar a la de él.