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Los hombres y el uso de la toxina botulínica
29 de octubre de 2009
La estética, hace tiempo, dejó de ser una preocupación exclusiva del sexo femenino. Los hombres se esfuerzan por lucir saludables y, sobre todo, jóvenes, y cada vez se acercan con mayor asiduidad a los consultorios de medicina estética para borrar el paso de los años. Dentro de los métodos mínimamente invasivos disponibles, el preferido es la aplicación de toxina botulínica, que permite eliminar arrugas con sólo una inyección.

Distintos especialistas de centros de medicina estética argentinos reportaron que en los últimos años ha crecido notablemente la consulta en los varones. En los EE.UU., las estadísticas de la American Society of Plastic Surgeons señalan que desde el año 2000 al 2008 el uso de toxina en hombres creció un 233%, y el último año creció 6% con respecto a 2007, con casi 314.000 procedimientos.

No obstante, las mujeres siguen reinando en este terreno, ya que el 94% de las aplicaciones de toxina durante 2008 fueron en el sexo femenino.

Mercedes Fontana, médica del Servicio de Dermatología del Hospital Fernández, comentó que “el hombre que está decidido a mejorar estéticamente viene con la misma predisposición que la mujer, y también se encuentran personas reacias en ambos sexos. Los que están resueltos quieren saber de qué se trata el método y hasta dónde corregir. Al ser un método semi-invasivo, no quirúrgico, la rapidez de decisión es mayor, ya que aceptan mucho más esta práctica que otras que demandan mayor complejidad y tiempo”.

La toxina botulínica es una sustancia que produce una relajación muscular en la zona de aplicación. Existen varios tipos de toxina en el mercado. Dentro de ellas, la neurotoxina botulínica tipo A de origen alemán, a diferencia de sus antecesoras, presenta un máximo grado de pureza, ya que no posee ‘complejo proteico’, un conjunto de proteínas que el sistema inmunológico del organismo puede rechazar.

Esto hace que tenga menor potencial para la formación de anticuerpos. A su vez, la Dra. Fontana mencionó que “la toxina de procedencia alemana no requiere cadena de frío, y produce menos anticuerpos que las demás”.

Al inyectarse en las arrugas ‘dinámicas’, la toxina produce un efecto de ‘alisado’ que dura entre tres y seis meses. Con el tiempo se forman nuevas terminales nerviosas y motoras que recuperan el impulso de transmisión, por lo que el músculo vuelve a su estado original y se debe reaplicar la toxina.

Con respecto a los beneficios que se pueden obtener con la aplicación de toxina, la Teresita Cravino, médica de la División Cirugía Plástica del Hospital de Clínicas ‘José de San Martín’, explicó que “la zona óptima para tratar es el tercio superior de la cara: arrugas en el entrecejo (‘del enojo’), frontales, ‘patas de gallo’ y otras”.

La especialista destacó que “por lo general, comienzan a consultar a partir de los 30 años, lo que contribuye al éxito del tratamiento, ya que cuando la piel es joven la indicación es más pertinente. En cambio, a mayor edad, si el surco es muy profundo hay que recurrir a la combinación de dos técnicas: relleno más toxina”.

Y concluyó: “cabe mencionar que, si bien los hombres muchas veces vienen por interés propio, en otros casos llegan al consultorio incentivados por su pareja, que los alienta a verse mejor”.

Menos arrugas
Las arrugas se producen por tres mecanismos: contracción muscular (al gesticular), paso del tiempo (edad) y elastosis solar (exposición al sol).

La toxina botulínica ‘alisa’ las arrugas durante tres a seis meses, pero además, durante ese tiempo está retrasando la formación de la arruga, puesto que al inhibir el mecanismo de contracción muscular impide que el surco continúe profundizándose.