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16 de abril de 2024
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Por José Calero
Cómo desperdiciar cuatro meses de Gobierno
20 de julio de 2008
El dramático fracaso de las retenciones móviles en el Senado significó el mayor revés sufrido por el matrimonio Kirchner desde que llegó al poder en mayo del 2003, pero el Gobierno no debería magnificarlo y en cambio dar vuelta rápido esta página amarga con
el fin de ocuparse de temas clave que la sociedad le reclama.

A contramano de lo que pueda temer el oficialismo, la política de redistribución del ingreso no quedará herida de muerte por la caída de la resolución 125: lo más probable es que ahora la administración kirchnerista cuente rápido con más fondos para
hacer política social.

Es que con una retención del 35 por ciento a las exportaciones de soja, girasol, trigo y maíz, y 30 millones de toneladas de cereales pendientes de colocación en el exterior que se venderán rápidamente, al Poder Ejecutivo igual le lloverán divisas a gran
velocidad.

El verdadero problema para la presidenta Cristina Kirchner no es haber sufrido una derrota legislativa, que a cualquier jefe de Estado le puede ocurrir, como lo prueba la historia.

El mayor drama que tiene el gobierno es haber desaprovechado cuatro meses clave de gestión durante los cuales podría haber instrumentado la "sintonía fina" que el modelo reclama, como los propios economistas oficialistas venían aconsejando.

El problema se agrava si se tiene en cuenta que esos cuatro meses formaban parte de los primeros pasos que un gobierno con renovados bríos tenía la oportunidad de dar cuando recién fue electo.

"Es fácil apoyar cuando se tiene el 80 por ciento de imagen positiva, el desafío es hacerlo cuando...", se sinceró el abatido jefe de la bancada oficialista en el Senado, Miguel Pichetto, cuando en la madrugada del jueves hacía un esfuerzo dramático por
impedir que se cayera el proyecto de retenciones móviles, y ya enterado de que el vicepresidente Julio Cobos votaría en contra si le tocaba desempatar.

Pichetto no se animó, o no pudo, terminar la frase, que seguramente se completaba con el hecho de que la imagen de Cristina cayó a entre el 20 y el 30 por ciento, según la encuesta que se trate, como consecuencia de la sinrazón de esta pelea que
entremezcló caprichos históricos de la Argentina.

Todo indica que si Cristina hubiese aprovechado semejante apoyo popular en sus primeros meses de gestión, podría haber adoptado numerosas medidas clave en materia económica, incluso haber mejorado la situación de pobreza que todavía se palpa en todos los rincones del país.

La pobreza y el desempleo todavía persisten, a pesar de que el país creció cinco años al 9 por ciento anual, se transformó en un núcleo duro difícil de penetrar.

Hará falta mucha iniciativa política, y no sólo del oficialismo, para poder sacar de la pobreza a los millones argentinos que deambulan día a día en la marginalidad.

La gente sigue levantando basura en la calle, miles de chicos sufren a diario el golpe de no tener qué comer y millones de hogares se frustran día tras día por no poder llevar alimento a la mesa de sus hijos.

Quedará para sociólogos, politólogos e historiadores interpretar por qué la sociedad pareció encolumnarse detrás de sectores como los ruralistas, siempre emparentados -más por prejuicio ideológico que por realidad concreta- con la oligarquía.

¿Son oligarcas los decenas de miles de hombres de campo, con las manos curtidas, que se levantan cada día antes de que salga el sol para iniciar las rudas tareas de campo?

¿Es el enemigo un sector que contribuyó no sólo a impedir que se incendiara definitivamente el país en el 2002, aportando miles de millones de pesos para financiar los planes sociales, y que ahora es sostén clave del modelo económico aportando casi la mitad del superávit?

Son cada vez más numerosos los sectores de la sociedad que piensan que el gobierno debe buscar políticas sociales más transparentes, y no destinar fondos a financiar la actividad de "organizaciones sociales" que terminan convirtiéndose, según viene
denunciando la oposición, en "fuerzas de choque al servicio del poder".

La sospecha de que el nuevo impuestazo al campo podía tener en realidad ese mismo oscuro destino, tal vez explica el multitudinario, y para algunos inexplicable, apoyo que despertó la protesta del agro.