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Por José Calero
La Argentina y el riesgo de ir de nuevo de contramano
13 de febrero de 2010
Las diatribas que a diario se lanzan desde el Gobierno contra distintos sectores, responsabilizándolos por cada mala noticia que surge de la economía sin hacerse cargo de la parte que le toca, preanuncia dificultades para aprovechar el proceso de recuperación que debería llegar este año.

El desbande de precios en la carne y los lácteos es un tema que venía siendo anticipado desde hace más de un año por ganaderos y especialistas, ante la caída en la oferta por la falta de incentivos para el campo.

Sólo en la provincia de Buenos Aires, en los últimos dos años el stock vacuno cayó en casi tres millones de cabezas, por la pésima relación que la presidencia Cristina Kirchner mantiene con el campo y la ausencia de incentivos para producir.

El kirchnerismo privilegió el látigo de Guillermo Moreno y sus sonadas intervenciones en el Mercado de Hacienda de Liniers, en lugar de aplicar una política de desarrollo ganadero que no sólo permitiera satisfacer el mercado interno, sino también aprovechar
la imagen que las carnes argentinas tienen el mundo.

Todo lo contrario, dejó que el humilde y ordenado Uruguay impulsara su producción ganadera y ganara mercados internacionales.

Mientras el Gobierno se la pasa dando coscorrones a quienes son potenciales inversores, otros países de la región buscan distanciarse de esas políticas obsoletas y buscar convertirse en un dinamizador entre el mundo del capital y del trabajo.

Brasil, Chile y Perú, por citar algunos casos, se convirtieron en ejemplos contundentes de cómo un rol inteligente del Estado puede dinamizar el potencial productivo de una Nación.

Pero por si faltaran ejemplos, la sorprendente convocatoria del presidente electo del Uruguay, José "Pepe" Mujica, a unos 1.500 empresarios de la región para decirles que pusieran la plata en su país porque ahí no se la iban a expropiar ni les iban a doblar el lomo con impuestos, surge como la parábola perfecta que debería servir de enseñanza para la Argentina.

Los empresarios, y en especial los 400 argentinos que participaron, salieron encantados con el rústico Mujica, quien por su pasado de guerrillero tupamaro no necesita recordar a diario su prédica en la defensa de los perseguidos por la dictadura en su país.

América Latina, cuna por excelencia de las denominadas economías emergentes, empieza a recorrer un camino de superación de sus históricos conflictos entre derechas e izquierdas, en un intento por buscar instancias superadoras que traigan beneficios
económicos a sus pueblos.

El paradigma de ese intento es Chile, donde el presidente electo Sebastián Piñera y su derrotado Eduardo Frei se fundieron en un abrazo la noche de las elecciones y se comprometieron a trabajar en conjunto.

Lo primero es la salud

Los obstáculos ideológicos del kirchnerismo y de buena parte de la oposición argentina para entender el proceso económico tuvieron su lado más crudo el domingo último, cuando el ex presidente Néstor Kirchner sufrió un nuevo susto en su salud.

El gobierno venía apretando fuerte a las empresas de medicina prepaga para que no aumentaran sus aranceles, ante la fuerte suba en los salarios del personal, que impactan en una industria de mano de obra intensiva, y de los insumos.

Pero para atender su carótida, Kirchner fue derivado al privado Sanatorio de los Arcos, en el barrio porteño de Palermo, y no al Hospital Argerich, a pesar de que en ese nosocomio público aseguraron que estaban en condiciones de atender al ex jefe de
Estado sin problemas.

De los Arcos es un sanatorio propiedad del empresario Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical Group, y en el mercado de la salud es vox populi que ese establecimiento se encuentra entre los más avanzados de la Argentina.

"Aunque algunos asesores se lo desaconsejaban, Belocopitt se jugó todo en ese sanatorio, en el que invirtió más de 30 millones de dólares", contó a este cronista un hombre que conoció de cerca el desarrollo de ese emprendimiento inaugurado en el 2006 y donde trabajan más de mil personas.

Cerca de las prepagas hasta se ilusionan con que después de haber superado este trance y de la excelente atención recibida, Kirchner deje de ordenarle a Moreno aprietes a las empresas del sector para que no aumente los aranceles.

La necesidad de complementación entre el sector público y el privado es una realidad que la mayoría de los países de América Latina parece estar entendiendo, con algunas excepciones, como Venezuela y, a veces, parece también la Argentina.

El Estado argentino expropió las AFJP, estatizó Aerolíneas Argentinas a un costo de 2.300 millones de pesos sólo en el primer año, pierde 600 millones con el "fútbol para todos" y realiza curiosos negocios que terminan transformándose en un búmeran.

Lo que debería preocupar al Estado no es lo que hagan sanatorios como el que le salvó la vida al "Primer caballero", sino los problemas en la atención que padecen a diario los hospitales de las zonas más pobres del conurbano bonaerense, y es hacia allí donde deberían dirigirse con fuerza los recursos del Estado.

La inflación, "él" problema

Sin tener en cuenta a la cada vez más anárquica Venezuela, la inflación en la Argentina duplica o triplica a la del resto de los países de la región, si se tienen en cuenta las estimaciones privadas, porque el 1 por ciento que informó el INDEC para enero ni siquiera merece comentarios.

Aunque el gobierno se empecine en disimular el costo de vida, la escalada de precios está ahí y pega de lleno en la línea de flotación de millones de pobres.

El problema ya no sólo afecta a los desocupados, sino también a millones de asalariados cuyos ingresos no alcanzan para cubrir la canasta real.

Pero el mayor dolor de cabeza político para el Gobierno no pasa sólo por el potencial `piantavotos` de la inflación.

Hugo Moyano ya avisó que se reclamarán aumentos cercanos al 20 por ciento, aunque dejó abierta la puerta para que haya gremios, como suele ocurrir con el suyo, los camioneros, vayan por un ajuste aún mayor.

"Nuestra inflación es la que vemos todos los días en el supermercado, no nos importan las cifras del INDEC", se le escuchó decir a Moyano en un encuentro de la mesa chica de la CGT.

Y habrá que ver quién se anima a decirle que está equivocado.