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29 de marzo de 2024
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Por José Calero
El riesgo de que el gasto se salga de control
30 de marzo de 2007
En medio de tanta bonanza económica, alguno datos vinculados con una fuerte suba del gasto que se dejaron trascender con cuentagotas y algún que otro maquillaje, encendieron luces de alarma.

El gasto creció 42 por ciento en febrero, tal vez por ese convencimiento de Néstor Kirchner de que lo peor que se podría hacer en esta coyuntura sería desalentar el consumo.

No se sabe hasta dónde esta postura forma parte del ideario -¿keynesiano?- del presidente, y cuánto influirá el que se esté frente a un año electoral en el cual el gobierno busca revalidar su poder.

Pero parece exorbitante el incremento de los egresos del Tesoro en un país que busca reinventarse tras décadas de manejos desaforados y déficits incontrolables.

El aumento del gasto se debe a dos fenómenos que a simple vista parecen saludables para la Argentina: se están destinando más partidas para obra pública, lo cual posibilita crear empleo y fomentar el consumo, y rigen aumentos a jubilados y una
moratoria provisional que buscan algo de equidad para sectores postergados.

Pero cuanto más se incremente el gasto, mayor será el grado de vulnerabilidad de la Argentina a los avatares del mundo financiero, que todavía la tiene entre ceja y ceja por el canje de deuda.

El gobierno, que actúa en todos los frentes con una agresividad que sorprende a la opinión pública y paraliza a la oposición, evitó que en febrero las cifras arrojaran un rojo en las cuentas, y los disimuló con adelantos de partidas de un Banco Central cada vez más sobre exigido en sus funciones.

El organismo dirigido por Martín Redrado se las ve en figurillas para satisfacer las exigencias que le llueven de la Casa Rosada.

No sólo debe acudir en ayuda del Tesoro para disimular un desequilibrio fiscal, como ocurrió con 1.000 millones de pesos en febrero, sino que la mesa de dinero del Central está comprando a razón de 60 millones de dólares por día para sostener el tipo de cambio alto y acumular reservas.

El problema es que Kirchner, obsesionado por las reservas, que para Semana Santa alcanzarían los 37.000 millones de dólares, está forzando el crecimiento de una "bomba de tiempo" que ya despierta tensiones en el mercado financiero.

Es que mientras el Central atesora unos 114.000 millones de pesos en reservas internacionales, a la vez adeuda más de 50.000 millones de títulos –diez veces más que en el 2003- que debió emitir para poder sacar del mercado financiero los pesos que emite para comprar divisas.

Haciendo una cuenta gruesa, en realidad las reservas genuinas de la autoridad monetaria ascienden a 64.000 millones de pesos, es decir, poco más de 20.500 millones de dólares.

Para tratar de poner freno a esta espiral, algunos en el directorio del Central creen que llegó la hora de convencer a Kirchner sobre la necesidad de elevar los encajes bancarios, aún a riesgo de que suba la tasa de interés.

Los técnicos de la autoridad monetaria consideran que si se sube la porción de depósitos que las entidades deben mantener inmovilizada, la liquidez que se sacará del mercado hará innecesario el esfuerzo millonario que día a día realiza el BCRA.

El problema es que la medida podría encarecer el costo del crédito a las empresas, justo en momentos en que se busca mayor financiamiento de la inversión.

El otro problema -el principal- es político: Kirchner está convencido de que llegar a las elecciones de octubre con reservas rumbo a los 45.000 millones de dólares daría una señal de confianza a millones de argentinos para seguir creyendo en
este modelo.

Ese apuro presidencial es el que explica que para este año se hubiese estimado un incremento de reservas de 1.000 millones de dólares mensuales, y ahora esa proyección ya esté en unos 1.350 millones, es decir, 16.000 millones para todo el 2007.

Tal vez por este entramado de cifras hay interrogantes en la city porteña, donde recuerdan cada día que, a la hora de tomar decisiones, no hay nada más cobarde que el dinero.

Cae mal entre los centros de decisión que el nivel de gasto público esté creciendo a un ritmo muy superior que la recaudación impositiva.

A fines del año pasado en Economía estimaban que el superávit fiscal representaría este año el 3,5 por ciento de un Producto Bruto en crecimiento, pero distintos estudios económicos ya ubican ese ahorro en apenas 3 por ciento, y bajando a medida que se acerquen las presidenciales de octubre.

El punto fuerte exhibido por el gobierno pasa por el crecimiento que está mostrando la economía, que este año superaría el 7 por ciento anual, a pesar de que en un rubro clave como la construcción se verificó una desaceleración de la
mano con restricciones para edificar en la Capital, "apuntaladas", si vale el término, por los derrumbes de obras de los últimos días.

El modelo de tipo de cambio alto y perfil industrial exportador no pudo todavía dar vuelta una tendencia heredada de los 90: la brecha entre ricos y pobres sigue siendo muy ancha, a tal punto que los sectores de mayores ingresos obtienen ganancias 31 veces superiores a los más pobres.

Es que los asalariados siguen ganando poco y parece no alcanzar con el 15 por ciento de ajuste de sueldos que están cerrando los grandes gremios, para empezar a revertir en serio esa desigualdad.