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Quizás el premio sea menor que el esperado
Por Carlos Pagni para LA NACION
23 de septiembre de 2008
Tal vez los Kirchner vuelvan a ver confirmadas sus presunciones: los mercados son insaciables. Ayer la Presidenta anunció (La Nacion lo había adelantado el 26 de agosto) que el Gobierno está analizando reabrir el canje de la deuda en default a partir de una propuesta de los acreedores (holdouts) que prácticamente reproduce la reestructuración de 2005. Salvo que esta vez el Estado no entregará un cupón atado al crecimiento.

La noticia era esperada, pero los expertos dicen que será insuficiente para modificar el aspecto de la Argentina frente al sistema financiero. Este giro, apresurado y tardío, acaso no traiga el premio que el matrimonio espera al emprenderlo.

Los inversores, ingratos, pedirán más. En principio, un plan de ajuste fiscal que reponga la confianza en la macroeconomía del país. Y una normalización del Indec, para que las estadísticas sobre las que se calcula el rendimiento de los bonos atados a la inflación y al crecimiento del PBI vuelvan a ser creíbles. Esta última medida va asociada, en las fantasías de los operadores financieros, al desplazamiento de Guillermo Moreno de la Secretaría de Comercio Interior. Una decisión que podría esconderse detrás del plan de desdoblar el Ministerio de Economía en uno de Hacienda y otro de Producción, sobre el que cavila en estas horas la señora de Kirchner.

La negociación con los holdouts tiene que pasar todavía un examen político. Los Kirchner conocen la propuesta de los bonistas desde marzo pasado. Para esa fecha, el banco Barclays, que lidera la oferta, propuso a varios fondos de inversión, tenedores de títulos impagos de la Argentina, un memorándum de entendimiento en el cual se describían las condiciones del nuevo canje. Se haría sobre la base de entregar bonos discount en dólares, negociados bajo legislación extranjera, con una quita del 65 por ciento.

Estos términos fueron negociados por Barclays (el encargado de llevar adelante la propuesta fue Gustavo Ferraro) y el Poder Ejecutivo en las últimas semanas. Por el Gobierno intervinieron el secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino; el ministro de Economía, Carlos Fernández, y, en fechas más recientes, el jefe de Gabinete, Sergio Massa.

Las discusiones modificaron los términos del eventual acuerdo. Ya no se habla de un cupón atado al crecimiento y el aporte cash sería del 35% del volumen reestructurado.

La operación será evaluada, en adelante, según dos parámetros. Uno es el de su éxito financiero. Los especialistas dan por sentado que en el actual contexto internacional el nuevo canje tendrá una aceptación casi unánime.

El otro criterio es político y será debatido en el Congreso, cuando la Presidenta envíe la propuesta para su aprobación. Allí, el Gobierno deberá conseguir que se modifique la ley 26.017, impulsada por Néstor Kirchner, que prohíbe la reapertura de la reestructuración. El artículo 2 de esa ley establece que "el Poder Ejecutivo nacional no podrá, respecto de los bonos a que se refiere el artículo 1º de la presente, reabrir el proceso de canje establecido en el decreto Nº 1735/04 mencionado". Esos bonos son los que se ofrecieron en canje en 2005.

El artículo 3 de esa norma es más taxativo. Dice: "Prohíbese al Estado nacional efectuar cualquier tipo de transacción judicial, extrajudicial o privada respecto de los bonos a que refiere el artículo 1º de la presente ley".

El Gobierno aducirá que no se reabrió el canje sino que se está frente a una oferta de los interesados: lo que se denomina una reverse inquiry . Pero, a la luz de la ley 26.017, ésa parece una explicación demasiado frágil, sobre todo frente al temor de los bonistas de que la emisión de los títulos que se les entreguen sea ilegítima.

Además de salvar esta barrera legal, los Kirchner tendrán que superar una discusión política acerca de la conveniencia del acuerdo que están considerando. A la oposición le resultará censurable, casi con seguridad, la idea de atar el auxilio en efectivo que trae consigo este canje al grado de aceptación que éste tenga. La captura inmediata de ese dinero, por el que el Gobierno se muestra tan voraz, es un estímulo para ser más generoso con lo que se concede hacia el futuro. Una dinámica que podría ser censurada por populista.

La otra recriminación que tal vez se oiga es la de la oportunidad. El sistema financiero internacional está atravesando horas históricas por lo dramáticas. Es cierto que ayer el precio de los bonos argentinos tuvo un repunte a lo largo del día, que le dio la razón al allegado de la Jefatura de Gabinete que el viernes profetizaba a sus amigos del mercado: "Compren títulos, que el lunes se van para arriba ". Pero, incluso así, no es el mejor momento para que quienes protagonizan ese mal trance global presten demasiada atención a lo que está sucediendo en la Argentina con los bonos.

Esta evidencia puede resultar desalentadora para los Kirchner, aun cuando su decisión de fondo -resolver el problema de la deuda en default- sea correcta. Ya tuvieron una frustración con la cancelación de la deuda con el Club de París, que los mercados se negaron a felicitar. El malentendido fue tan dramático que interlocutores habituales de Néstor Kirchner dudan de que ese pago se realice. Esos mismos contertulios de Olivos interpretan que la nueva iniciativa, comunicada ayer, intenta también corregir esa otra experiencia fallida.