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28 de marzo de 2024
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Bajan los casamientos: en 2008 hubo menos que en 1918
No llegaron ni a los 13 mil matrimonios que hubo hace 90 años, cuando la población de la ciudad era la mitad. Especialistas aseguran que crece la convivencia
14 de enero de 2008
Parece que al "Sí, quiero" ya nadie lo quiere pronunciar. O al menos no ante un juez y toda la familia en pleno. Nunca en la historia de los porteños hubo tan pocos casamientos como el año que acaba de concluir. Los enlaces no alcanzaron los 13.000 que hubo en 1918, cuando la población de la ciudad no llegaba ni a la mitad de la actual.

Las estadísticas de la comuna muestran que hoy en día sólo se casan cuatro de cada mil porteños. No hace mucho, en el '90, se casaba el doble de gente (la tasa de nupcialidad era de ocho por mil). Ni hablar de otras décadas del siglo XX. ¿Es que la gente ya no se quiere? ¿Es que ya no hay familias? El análisis no debe ser lineal sino mucho más profundo. Está claro que la gente aún se quiere, de hecho en los dos últimos años se entregaron 20.000 certificados de convivencia, a razón de 10.000 por año, casi igual que las parejas que se unen en matrimonio (12.942 en 2008). El certificado de convivencia sirve para compartir la obra social. Y las familias también siguen en pie. Salvo que en la actualidad hay otros tipos de matrimonios más allá de la tradicional: las hay monoparentales, homosexuales, ensambladas. Y también influyó, y mucho, la salida de las mujeres al mundo, que las liberó de sometimientos obligados, y las habilitó a tomar decisiones antes impensadas, como ser madres solteras o divorciarse sin tanta vuelta, según el dario Clarin.

La demógrafa Victoria Mazzeo, de la Dirección General de Estadística y Censos de la comuna, lo explica claramente: "Los cambios en las familias resultan de la interacción de factores sociales y culturales. Entre ellos se destacan: la postergación de la primera unión, el aumento de la edad en que se tiene el primer hijo, la persistencia de niveles de fecundidad bajos, el aumento de uniones consensuales, la unión conyugal sin hijos, la paternidad y maternidad fuera de uniones estables y la transformación del rol de la mujer y su mayor autonomía, especialmente económica, debido al incremento de sus niveles de escolaridad".

Para la socióloga Mabel Ariño, de la cátedra Demografía Social de la UBA, es un cambio en las costumbres: "El ritual del matrimonio está desvalorizado. A la gente ya no le interesa comprometerse ante el Estado". También habla de la influencia del contexto: "En épocas de crisis todos los proyectos familiares se postergan. La incertidumbre no deja planificar". En ese sentido, sólo basta ver las estadísticas históricas del Registro Civil porteño para comprobar cómo en los momentos más difíciles los matrimonios descendieron, como en el marco de la primera Guerra Mundial: hasta 1912 los enlaces subían, y en el 13 comenzó un descenso que recién se revirtió en 1920. El siguiente descenso fue en 1930 (la década infame), cuando el país sufría el golpe militar de Uriburu que derrocó a Irigoyen. Tampoco es extraño que el año récord de los matrimonios haya sido 1950: hubo 31.358 enlaces. En 1946 había asumido como presidente Juan Domingo Perón, quien intervino en la economía tendiendo a distribuir la riqueza con mayor equidad. Otorgó beneficios sociales a los obreros: indemnizaciones por despido, vacaciones pagas, aguinaldos, jubilaciones, salarios familiares, créditos para viviendas. Y Eva Duarte, su mujer, creó una fundación que también ayudó a los más necesitados. "Siempre en la historia las tasas de nupcialidad y natalidad han sido cíclicas, dependiendo de las épocas de crisis o bienestar", dice Mazzeo. En 1973 Perón asumió por tercera vez y los matrimonios volvieron a dispararse. Luego del bajón de la dictadura, hubo un pico en democracia a fines de los '80 (de la mano de la flamante Ley de Divorcio que llevó a muchos a sincerarse, volver a casarse o simplemente ponerse en regla). En los últimos 20 años, la curva sólo desciende. Y la explicación ahora ya no pasa por la mejora de las políticas sociales sino por otros factores, como la liberación femenina y sexual.

"A partir de los 70 lo que cuenta es la salida de la mujer al mercado de trabajo y su educación universitaria, dos hechos que marcaron su independencia", agrega Mazzeo.

Al menos en este aspecto la ciudad tiene aires de primer mundo, donde el matrimonio y la paternidad también están en decadencia.