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Bicentenario: una enseñanza que debe alcanzar a todos
Un nuevo aniversario del Día del Maestro en el año del Bicentenario. Una enseñanza que Sarmiento pensó para todos. La deuda que no se termina de pagar
11 de septiembre de 2010
Por Roberto Aguirre Blanco, de la redacción de Asteriscos.Tv

Cuando Domingo Faustino Sarmiento, considerado el maestro de la Patria, nació el 15 de febrero de 1811 -en pocos meses se cumplirán 200 años-, la Revolución de Mayo que había comenzado el 25 de mayo de 1810 ya se cobraba sus primeras victimas y la política hacía sus primeros juegos de intrigas y venganzas.

Ya no estaba en la primera junta el revolucionario Mariano Moreno, obligado a renunciar en la interna con los saavedristas, y navegaba a bordo de un barco que lo llevaría a Londres, lugar donde nunca llegó ya que murió misteriosamente en alta mar.

Lejos del centro del poder, en San Juan nació Sarmiento. Polémico, emprendedor, astuto y con ideas muy firmes, el sanjuanino primero fue un estudiante precoz, para luego transformarse en maestro y formador de sueños de enseñanza, sin dejar de lado su lado de político y hombre comprometido con su tiempo, en una Argentina que comenzaba a dar forma a sus bases.

La seducción de la barbarie fue su máxima obsesión y contra ella luchó. No era agradable, ni simpático dicen los cronistas de época y los historiadores modernos. Pero ese no era su objetivo.

Tuvo una actividad pública notable, desde periodista a político por todas las escalas posibles, incluyendo la de militar.

El 12 de octubre de 1866 asumió la presidencia de la Nación y en 4 años transformó el sistema educativo nacional, para cuatro años después dejarle el gobierno a un tucumano: Nicolás Avellaneda.

El himno que hoy se canta en cada colegio del país retrata al hombre que luchó "con la espada, la pluma y la palabra".

Aquel Sarmiento decía que la instrucción pública era un derecho que ya no pertenecía a tal o cual clase social, sino simplemente a la condición del hombre.

No lo decía hoy, o hace un mes, cuando eso ya no se discute, lo dijo en 1849, cuando había mucho por hacer.

Sostenía, además, que un padre pobre no puede ser responsable de la educación de sus hijos, y que la sociedad tiene un interés vital en asegurar que todos los individuos se preparen para desempeñar las funciones sociales a las que podrán ser llamados.

Ese legado en este presente Bicentenario aún es una deuda pendiente cuando todavía no se cumple el ciclo virtuoso para que la mayoría de los niños y jóvenes que ingresan al sistema educativo terminen su enseñanza básica, y poder contar así con más posibilidades de transformar su realidad, más aún en lo niveles de pobreza que el país no puede erradicar.

En medio de conflictos por situaciones edilicias deterioradas y planes de escuelas renovadas que no alcanzan a cubrir la cuota de necesidades elementales, la educación en la Argentina sigue siendo un tema de agenda política y no de Estado.

Según un reciente trabajo realizado por la Universidad Católica, en la Argentina la escolarización a temprana edad (entre los 2 y 4 años), alcanza a casi 6 de cada 10 niños en las grandes ciudades.

En los últimos tres años se ha incrementado la inclusión educativa en este grupo de edad, en tanto pasó de un 49 por ciento en 2007 a un 55,5 en 2009.

Sin embargo, el déficit educativo en el nivel primario, es decir chicos no escolarizados o que cursan años inferiores al correspondiente a su edad, alcanzó a un 7 por ciento el año pasado, mientras que en el nivel secundario, la no asistencia se estima en alrededor del 9 por ciento.

A su vez, el déficit educativo en los primeros años del secundario (1º y 2º año) alcanzó en 2009 el 17 por ciento, y en los últimos años (3º, 4º y 5º año) el 41,5.

En ese contexto aún de deuda pendiente social, el paradigma de Sarmiento no alcanza a completarse con estas falencias en la formación, y ya no sólo en la accesibilidad a la educación sino en la necesidad de que esa formación se complete.

No alcanza con un alto índice de ingreso, este debe sostenerse sin dudas en su egreso.

El trabajo y la mano de obra para el mismo es el gran generador de la deserción en sectores sociales mas alejados de los centros urbanos, y así lo manifiestan los maestros rurales, verdaderos luchadores de la idea de Sarmiento.

"Trabajamos en lograr que los chicos asistan a la escuela buscándolos de su casas, comprometiendo a sus familias, haciendo un seguimiento mas social que educativo, pero nada podemos hacer cuando llega el tiempo de cosecha y toda una familia necesita trabajar, desde el padre hasta los mas chicos para conseguir un ingreso que ni siquiera así es digno", relató una maestra rural de Corrientes a Asteriscos.Tv.

Para un maestro comprometido no hay mayor dolor que ver que un alumno deja su lugar vacío en el aula porque necesariamente esa proyección en cientos de chicos da una imagen de un país que no termina de encontrar su camino aún el Bicentenario.

"Todos los problemas, son problemas de educación", dijo Sarmiento hace siglo y medio, y esa verdad aún nadie la pudo contradecir.