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3 de mayo de 2024
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Cuestionan la falta de registros de vacunación
Cada año se compran 39 millones de vacunas, pero solo se registra la aplicación del 17%. Los datos son clave en la pelea contra el Covid
6 de marzo de 2021
El sistema de registro de vacunación en la Argentina no está digitalizado, lo cual impide conocer el avance de las aplicaciones, lo cual quedó en evidencia en medio de la crisis sanitaria por el Covid-19.

Para transparentar la campaña de vacunación contra el Covid-19, el Gobierno habilitó un monitor que se nutre de los datos del mismo sistema que se usa para asentar las inmunizaciones todos los años: el Registro Federal de vacunación nominalizado.

Una investigación revela inconsistencias que ponen en duda la confiabilidad de la información del registro. Las causas van desde distintos sistemas de carga hasta la falta de conectividad. Tras el escándalo del circuito de vacunación vip del Ministerio de Salud a través del Hospital Posadas y en las provincias, el Gobierno buscó transparentar el avance de la campaña para Covid-19 con un monitor alimentado con los datos del mismo sistema que se utiliza para registrar la vacunación de todos los años. Pero ¿qué tan confiable es la información que proviene del Registro Federal de Vacunación Nominalizado (Nomivac)?

Imposible saberlo, por lo menos con los datos que proporciona el Ministerio de Salud de la Nación. Cada año se compran 39 millones de vacunas en promedio, pero solo se registra la aplicación de unos 6,7 millones. Es decir, apenas el 17%, de acuerdo con los datos oficiales. Semejante desorden informativo dificulta también el seguimiento de cualquier campaña, más aún la de Covid-19, que debería completarse antes del invierno. Son, inicialmente, 14 millones de personas de los grupos con prioridad que urge proteger, indicó una investigación del diario La Nación.

La falla está en la carga de los datos cada vez que se aplica una dosis. En un sistema aceitado, con computadoras y dispositivos móviles suficientes y conexión a internet asegurados en todos los centros de salud, se lograría que una vacuna dada en cualquier punto del país se registrara automáticamente para poder tomar decisiones y asegurarse de que llegó a los que debían recibirla. Al final del día, ¿se sabe a quién se vacunó?.

En un año normal, se vacunan a tres millones de personas por mes. Vamos a subir este número, dijo el Gobierno, que espera vacunar a cuatro millones de personas por mes en abril. Sin embargo, desde 2009, hubo 13 meses en los que apenas se superó el millón de aplicaciones, y nunca estuvieron por encima de los 2,2 millones, de acuerdo con la respuesta del Ministerio de Salud de la Nación. Según esos datos, no quedó un registro transparente de la aplicación de 32 millones de dosis en promedio por año de los últimos nueve años.

¿Quiere decir eso que en la Argentina se aplica solo el 17% de las vacunas adquiridas? No, de acuerdo con los especialistas, investigadores y consultores contactados, incluidos referentes convocados en estos años para elaborar recomendaciones de uso. Pero ellos desconocen qué otras fuentes usan en la Dirección Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles (Dicei) para llegar al número de aplicaciones con el que calculan los porcentajes de cobertura nacionales.

En 2012, de acuerdo con el análisis de la vacunación de calendario que aportó Salud, aparecen incorporadas al Nomivac el 1% de las dosis aplicadas, y en 2019, el 25%, apenas una de cada cuatro dosis compradas a través del Fondo Rotatorio de la Organización Panamericana de la Salud y licitaciones públicas. El mayor registro hasta ahora es del 27%, en 2017.

Al mirar vacuna por vacuna, los datos están lejos de la promesa de vacunar a por lo menos tres millones de personas por mes. Si hay que juzgar el desempeño del sistema de acuerdo con el Nomivac, cada año quedan sin aplicar 2,4 millones de dosis en promedio por cada una de las 19 vacunas de calendario, incluidas dos para áreas endémicas (fiebre amarilla y fiebre hemorrágica argentina).

La que más uso registra todos los años, desde 2012, es la Sabin oral, contra la poliomielitis, que en junio del año pasado fue reemplazada por la inyectable tipo Salk.