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Por Nino Fernández
¿Alerta o estímulo para cambiar?
1 de marzo de 2005
La devaluación ayudó pero el tipo de cambio se resiente. Un importante número de empresas es competitivo independientemente de la ayuda cambiaria, y otras están en ese camino.

Mucho se habla de la competitividad de la economía en líneas generales y poco es lo que se ha dicho de la competitividad de las pymes, incluso en momentos como los actuales de plena revalorización de estas empresas.

Es un tema que deja mucha tela para cortar, ya que se trata del factor clave para incursionar en mercados externos o enfrentar la competencia extranjera en el mercado local, y genera innumerables controversias en el marco de la integración regional.

Está claro que la devaluación actuó mejorando la competitividad de la economía, pero la ‘bendición’ no ha sido pareja para todos, o no todos fueron capaces de aprovecharla.

Hay empresas más competitivas que otras, incluso dentro de un mismo sector.

Son señales de mejoras competitivas el aumento de las exportaciones de manufacturas industriales, que coincide con el perfil de especialización de las Pymes, y el incremento de la inversión del año pasado, de muy fuerte incidencia en este rango de empresas.

Pero conviene preguntarse si el repunte competitivo es una tendencia consolidada, o sólo el efecto de un tipo de cambio favorable destinado a disiparse con una eventual baja del dólar.

Gabriel Bezchinsky, Coordinador Técnico del Grupo de Políticas PyME del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. y coautor del libro ‘Aportes para una Estrategia PyME en la Argentina” de CEPAL, considera que la devaluación tuvo un efecto positivo para el aumento de las exportaciones industriales, pero dista mucho de ser una tendencia firme.

“La inserción de las pymes en los mercados externos ha sido históricamente muy volátil, y los datos disponibles posteriores a la devaluación no hacen pensar que ahora sea distinto”, indica.

El especialista explica que si bien creció fuerte la cantidad de empresas exportadoras, el nivel de rotación, o sea los que entran y salen de la actividad exportadora, sigue siendo alto.

Lo cual --sostiene-- es un síntoma de que en muchos casos, exportar es una actividad marginal, determinada por alguna oportunidad o la colocación externa de saldos del mercado interno.

Sin embargo, Bezchinsky admite la existencia de un grupo de ‘pymes exportadoras exitosas’, de acuerdo a la calificación de FUNDES, que tiene como principales características la continuidad y el crecimiento sostenido de la actividad exportadora y provenir de distintas industrias.

Rescata también el “interesante”desempeño, aunque incipiente, de ciertos servicios “transables” como el de software y servicios informáticos, las industrias culturales o los servicios de ingeniería.

Está por de más claro que estas empresas, sobre todo las del primer grupo, han sido competitivas en el tiempo, más allá de la devaluación y a pesar de la falta de crédito, de las retenciones, de los aumentos de sueldo y de los atrasos en los reintegros, continuamente señalados como ‘palos en la rueda’ de la salida exportadora.

DETERIORO Y COMPENSACION

Según señaló el economista Carlos Leyba a la revista Informe Industrial, “sin retenciones y amortiguamiento o congelamiento de tarifas, las condiciones de los sectores productivos no hubieran sido las que fueron o las que son”.

Mas allá de la sutileza, es necesario recordar que el proceso de sustitución de importaciones iniciado tras la devaluación, que tuvo precisamente a las Pymes como protagonistas, mostró ribetes de eficiencia que sorprendieron a más de un analista.

Un desempeño que se explica no tanto por la salida de la convertibilidad, que de hecho encareció la importación de insumos y repuestos, sino por el congelamiento de sueldos y tarifas y la tecnología adquirida por muchas empresas en la década pasada.

En la actualidad sólo quedan en pie algunas de estas condiciones. Ni el tipo de cambio ni los sueldos son los mismos que los del 2002 y en muchos sectores la capacidad instalada da muestras de indiscutible fatiga. A eso se agrega el déficit de técnicos y operarios calificados heredado de los tiempos en los que el oficio se cambiaba por el kiosco o el taxi.

El nuevo escenario afecta los niveles de competitividad, pero algunos especialistas se encargan de relativizar el impacto.

Aseguran que en la actual coyuntura juegan otros factores que ayudan a compensar aquellos deterioros. Mencionan el efecto positivo de la devaluación del dólar frente al euro, que favorece a dos terceras partes de las exportaciones totales, entre las que se encuentran las de los productos con mayor valor agregado.

Hacen referencia a las políticas activas que se están implementando, al aumento del crédito y la inversión y al bajo costo laboral y del capital respecto, por ejemplo, a Brasil.

“En 1998 el costo laboral en dólares, incluyendo los impuestos al trabajo, era de U$S 6,70 por hora en Brasil y de 5,60 en la Argentina. Tras la devaluación del real, el costo brasileño se ubicó en 3,25 por hora en el 2002 y en la actualidad está en 3,94. Mientras que en la Argentina, la devaluación del peso redujo el costo laboral hasta los U$S 3 por hora de la actualidad”, dice el economista Ricardo Arriazu, quien además asegura que las tasas de interés de la Argentina son muy inferiores a las vigentes en el socio regional.

EL CAMBIO

Gabriel Bezchinsky coincide en que el costo de la mano de obra sigue siendo bajo en la Argentina, pero advierte sobre la preocupación que existe en algunos sectores ante la previsible apreciación del tipo de cambio.

“El riesgo es particularmente notorio en sectores como el textil, indumentaria o calzado en los que podría darse un incremento de las importaciones, o en alimentos o metalmecánica, donde se vería erosionada la ventaja competitiva derivada de la devaluación”, dice el especialista.

En mayor o menor medida todos estos sectores están expuestos a la competencia brasileña.

Para Arriazu, que se niega a aceptar que la industria nacional sea inferior a la brasileña, la diferencia reside en las políticas comerciales de ambos países.

“Brasil estimula sus exportaciones con créditos muy baratos y distintos regímenes promocionales ayudan a disminuir los costos industriales, mientras que en la Argentina los subsidios son muy limitados”, dice.

Tal vez por ello sólo aquellas empresas que desplegaron estrategias proactivas logran sustentar su competitividad en factores “extra cambiarios”.

“Los que pudieron desarrollar una visión estratégica de su negocio, con la inserción internacional y la innovación como pilares, y que generaron capacidades y competencias para llevarla adelante, en general lograron competir exitosamente, tanto en el exterior como en el mercado interno”, afirma Bezchinsky.

El resto de las pymes es un heterogéneo conglomerado que comprende desde las que se esfuerzan por sobrevivir hasta las que ya transitan el camino del crecimiento sustentable.

Pero puede decirse que hay una creciente toma de conciencia sobre la necesidad de ser más competitivas. No sólo buscan amigarse con la tecnología y diferenciarse por la vía de la innovación, sino que además incorporan herramientas hasta hace poco privativas de las más grandes, como el ‘just in time’ y la mejora continua, la certificación de normas de calidad y la profesionalización del management.

Con todo, la ecuación de la competitividad de las empresas presenta variables críticas, que en buena parte son ajenas a su capacidad de gestión.

Mayor financiamiento, cierta certidumbre en materia de oferta y tarifas energéticas y en la evolución de los salarios y por supuesto, el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, son señaladas como las más importantes.