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Por Nino Fernández
El desafío de la innovación
1 de enero de 2000
10-05-05

Los que conocen del tema no tienen dudas: la innovación es una asignatura pendiente en la mayor parte de las Pymes de este país. En tiempos de globalización esta carencia se traduce en una amenaza a la continuidad de las empresas, incluso tratándose de sectores más o menos protegidos.

El gurú del management John Naissbitt señala que cuanto más crezca la economía mundial, más chicas serán las empresas, y cuanto mayor sea la integración regional, más pequeños los nichos de mercado. Para este especialista, “sólo las pymes flexibles y con poder de innovación serán las dueñas del futuro”.

Se sabe que la primera de las condiciones que reclama Naissbitt es una característica intrínseca de las Pymes, pero en el caso de las empresas locales, la segunda condición figura claramente en la columna del “debe”.

Gustavo Tondi, Director Ejecutivo del Centro de Estudios de la Pequeña y Mediana Empresa de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (CEPyMECE), sostiene que “muchas de las PyMES locales tienen grandes problemas en el día a día, en los aspectos financieros del negocio, la comercialización de sus productos o servicios y la cobranza, entre otros.

Así, es muy difícil que puedan reconocer la necesidad de innovar para crecer y/o ser más rentables”.

No obstante, Tondi reconoce la existencia de un “pequeño grupo de pequeños y medianos empresarios que han apostado a la innovación en el largo plazo como ventaja comparativa, para competir en el mercado local e internacional”

Según el libro Apertura e Innovación en la Argentina, de un grupo de investigadores de Redes y la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS), en 1996 el 44% de las Grandes Empresas relevadas calificaban como innovadoras, mientras que sólo el 21% de las Pymes alcanzaban esa condición.

Gabriel Yoguel, uno de los compiladores del trabajo, no cree que este panorama haya variado en los últimos años, aunque admite que los efectos de la devaluación y la sustitución de importaciones en este tema no suelen verse en el corto plazo.

“Las Pymes fueron perjudicadas por la reestructuración de la mayor parte de las redes productivas en los 90. Por ejemplo, en el sector automotriz fueron desplazadas por proveedores de subsistemas y conjuntos que muchas veces no los incluían debido al origen importado”, señala.

Otro dato relevante de aquel trabajo es que, con relación a su facturación, las firmas más chicas invertían más en innovación que las grandes, lo cual está en línea con el mayor nivel de elaboración que alcanzaron luego las exportaciones de las pequeñas empresas respecto al resto.

El último trabajo del CEP (Centro de Estudios para la Producción) revela que la tonelada exportada por las pequeñas empresas durante el año pasado cotizó a un precio promedio de 943 dólares; en tanto que en el caso de las medianas el valor fue de 608 dólares y en las grandes empresas de 353.

Innovación permanente

Una estrategia innovadora supone la implementación de actividades de Investigación y Desarrollo (I +D), sobre todo en lo referente a productos y procesos; incorporación de bienes de capital, transferencia de tecnología, ingeniería de proyectos, capacitación y asistencia técnica a la producción, entre otras.

Para algunos especialistas, la innovación permanente es la clave de una competitividad sustentable.

De esta forma, las empresas cortan la dependencia competitiva de variables que hoy pueden servir y mañana no, como un tipo de cambio favorable o salarios deprimidos.

Pero a juzgar por las estadísticas la vocación innovadora en la Argentina está reservada para unos pocos.

Entre las principales causas de esta carencia figuran la histórica brecha que ha separado a las empresas de instituciones como la Universidad, el INTI y la CONAE, por citar algunas.

La responsabilidad es compartida entre el Estado y el sector privado. En el primer caso por los magros presupuestos para Ciencia y Tecnología (CyT), un área de enorme gravitación en cualquier estrategia innovadora.

Una rápida comparación pinta de cuerpo entero esta realidad, que por cierto intenta revertirse en el último tiempo: el gasto público promedio de los diez últimos años en CyT, se ubicó en torno al 0,32% del PBI cuando en Brasil ha sido del 1,16%, en Chile del 0,64% y en España del 2,30%. La situación se agrava porque en la Argentina la participación del sector privado en el gasto en C y T es de solo el 17%, contra el 31% de Brasil; 47% de Canadá, 48,5% de Francia y el 62% de EEUU.

“Un axioma general del mundo industrializado afirma que los países crecen mejor cuanto más valor agregado poseen sus productos. Por eso allí se prioriza la competencia a partir de la innovación, que permite apropiarse de una renta monopólica por un tiempo”, dice Ricardo Ferraro, miembro del directorio del INTI.

Esto significa que tarde o temprano el innovador puede enfrentar la aparición de competidores con su ‘propia receta’, que le van a disputar el nicho de mercado. Llegado ese momento debería buscar nuevas fórmulas para diferenciarse.

Las excepciones

Firmas como La Salamandra, que en su momento innovó en el packaging (le agregó un sombrero de arpillera a la tapa del frasco de dulce de leche) y en el producto (fabricó mozzarella de leche de búfala), o Guenguel, una empresa textil de Chubut, que incorporó la fibra del guanaco a su producción, son claros ejemplos de la relación entre estrategia innovadora y capacidad competitiva.

Sobre esto ‘Apertura e Innovación...’ hace un aporte significativo: el grupo de empresas innovadoras, que constituye el 28% de la encuesta sobre la que se basa el trabajo, explica el 50% del total de las ventas internas y externas y el 47% del empleo. En tanto las empresas NO innovadoras - el 36% de la muestra – representan el 11% de las ventas; el 8,2% de las exportaciones y el 15,3% del empleo

“Lo ideal sería que las Pymes aprovechen este período de tipo de cambio real elevado para innovar y generar fuertes ganancias de productividad que les permita competir en un escenario de tipo de cambio real intermedio”, sugiere Yoguel.

Sin embargo, advierte el especialista, la estrategia innovadora de las Pymes no se puede despegar de las grandes firmas con las que están vinculadas, ni de las instituciones y tampoco de los sistemas territoriales en los que actúan.

Industrias Delgado, una fábrica de espárragos roscados y bulonería especial, integrante de la cadena de proveedores del Grupo Techint, ha empezado a comercializar un tornillo recubierto en poli-tetrafluoretileno (teflón), que asegura una barrera anticorrosiva y es de fácil desarme tras prolongados tiempos de uso.

Para Luis Aníbal Delgado, presidente de la firma, el logro fue posible gracias “a una exhaustiva capacitación de los recursos humanos en innovación tecnológica, la vinculación con el INTI y todo el aporte de Techint, en ensayos de laboratorio, desarrollo de mercados y asesoramiento en patentes y transferencia de tecnología”.

Si se trata de ubicar los sectores más activos en innovación, Gustavo Tondi se inclina por citar los casos de las tecnologías de la información, la biotecnología y algunos tipos de servicios, “que muestran marcadas tendencias innovadoras”.

Por su parte, la economista Verónica Cesa, que ha publicado trabajos de investigación sobre el sector de la alimentación, asegura que esta industria “se sitúa cerca de la frontera tecnológica, lo que la convierte en una industria madura”.

Pero puesta la lupa sobre los rubros de la alimentación más dinámicos en materia de innovación se verá que no todos son Pymes intensivos. “La expansión de la demanda, tanto interna como externa, impulsó el crecimiento de la producción sobre todo en lácteos, aceites, vitivinicultura y carnes, lo que llevó a retomar el dinamismo innovador, fundamentalmente a través de la incorporación de bienes de capital”, dice Cesa.