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26 de abril de 2024
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Por Iván Damianovich
El obispo que puede llegar a presidente
20 de febrero de 2008
Se propuso acompañar a los más empobrecidos del Paraguay y decidió ingresar de joven al seminario para convertirse en sacerdote. Con los años llegó a obispo y su grado de involucramiento político terminó ubicándolo en un lugar sin precedentes. Las encuestas dicen que será el próximo presidente.

Máximo referente de la oposición al Partido Colorado, que gobierna el Paraguay desde hace 60 años, monseñor Fernando Lugo libra una batalla inédita para un miembro de la Iglesia católica. Se propuso nada menos que la jefatura de Estado del país vecino y está cerca de alcanzarla.

De familia opositora al régimen de Alfredo Stroessner, Lugo conoció el exilio, la cárcel de su padre y la persecución política. Cursó estudios en Roma, se dedicó a la docencia universitaria y estableció un fuerte compromiso con las denominadas comunidades eclesiales de base. Durante el pontificado de Juan Pablo II fue nombrado obispo de la diócesis de San Pedro, una de las zonas más pobres del Paraguay.

Tentado por un arco opositor aglutinado en una concertación que pretende disputarle el poder al actual presidente Nicanor Duarte Frutos, el obispo accedió a la candidatura y las encuestas lo ubican en el mejor lugar en lo que a la intención de voto se refiere. Las elecciones serán en abril próximo y Paraguay puede llegar a ser conducido desde entonces por él.

La decisión de aceptar la candidatura fue sondeada en Roma, desde donde en varias ocasiones el mensaje fue unívoco: el lugar de Lugo es el de pastor y guía del pueblo de Dios y la política –tal como subraya el Concilio Vaticano II- es el lugar especial de acción de los laicos.

Pese a todo, Lugo desafió al Vaticano y pidió ser “reducido a estado laical”, una figura que contempla el Derecho Canónico en casos graves y que consiste en la suspensión del ministerio sacerdotal. En el caso de los obispos es improbable que el Vaticano acceda a un pedido de ese tipo al considerar que son los apóstoles de Cristo, comprometidos en un grado máximo a dar testimonio de Jesús y conducir a los fieles.

Por tal razón, Roma denegó la posibilidad de que abandone su condición episcopal y Lugo no tuvo otro camino que renunciar al ministerio. Esa renuncia fue de carácter indeclinable de manera de garantizar su nueva condición de ciudadano no religioso, habilitado para competir en las elecciones presidenciales.

El Prefecto de la Congregación, Cardenal Giovanni Battista Re, afirmó en su momento que Lugo "permanece en el estado clerical y continúa estando obligado a los deberes a él inherentes, aunque suspendido en el ministerio sagrado".

Asimismo, recordó a Lugo que "el episcopado es un servicio aceptado libremente para siempre". Es decir, para la Iglesia Lugo será obispo hasta la muerte.

La relación de Duarte Frutos, de confesión evangélica, con la Iglesia fue siempre traumática. Durante su presidencia hubo fuertes enfrentamientos con la jerarquía católica y abiertos desafíos. Como si se tratara de una predestinación, ahora ve peligrar toda su estructura de poder a manos de un combativo obispo.

Finalmente, de llegar al poder, habrá que analizar la experiencia para toda la región. Si triunfa en las urnas, se medirá por primera vez la real capacidad política de un prelado y, en los hechos, la consolidación de un esquema que en Argentina y otros países aflora cada vez con más fuerte: la irrupción de clérigos en el campo político tras años de desilusión con la clase dirigente.