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Por Iván Damianovich
Bergoglio sigue al frente del Episcopado
11 de noviembre de 2008
No había dudas. El jesuita con más peso del país y de amplio respeto y consideración en Roma seguirá al frente de los obispos argentinos.

El arzobispo porteño Jorge Bergoglio fue reelecto como presidente del Episcopado y tendrá bajo su mandato la tarea de conducir el cuerpo hacia el bicentenario de la Patria.

La cúpula quedó compuesta por, además de Bergoglio, Luis Villalba, arzobispo de Tucumán en la vicepresidencia primera, y José María Arancedo, el arzobispo de Santa Fe, en la vicepresidencia segunda.

En rigor, el cambio más importante se produce con Arancedo. Su llegada a la vicepresidencia segunda implica el alejamiento del que ostentó hasta ahora ese espacio: el arzobispo de Mercedes-Luján Agustín Radrizzani.

El cambio puede leerse también desde el costado político. En verdad, Radrizzani era hasta ahora el canal más directo entre el Gobierno y la Iglesia. Las atribuladas relaciones que cultivaron en los últimos tiempos no parecen encaminarse a un remanso con la conformación de la nueva conducción del Episcopado.

Todo ello con la renovada impronta de Bergoglio. El año electoral que se avecina encontrará al cardenal primado de la Argentina en un lugar de protagonismo, con habituales contactos y reuniones con dirigentes sociales y políticos, lo que, indefectiblemente, será visto desde el gobierno nacional como una actitud amenazante.

El arzobispo porteño mantuvo una fría distancia del poder político desde que llegó a la presidencia del Episcopado. Aprovechó sus homilías en fiestas religiosas de amplia convocatoria para echar mano a metáforas o alusiones críticas contra la política oficial y la dirigencia en general.

Además, Bergoglio avanzó varios casilleros en Roma. Su formación y consideración de gran parte del clero le permitieron lucirse en no pocas ocasiones en la Santa Sede. Más aún, en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger jugó un papel preponderante al punto de ubicarse entre los favoritos para acceder a la cátedra de Pedro.

Se espera, entonces, que el cardenal primado de la Argentina continúe ejerciendo una fuerte influencia sobre una vasta franja de la población y una porción de la clase política que no comulga con el matrimonio presidencial. De allí a ubicarlo en un opositor conspirador hay una distancia.

Necesariamente el país deberá encarar nuevos tiempos de diálogo y encuentro para afrontar los desafíos que se avecinan no del todo prometedores. El rol del prelado será fundamental y en el Gobierno ya toman nota.