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Por Iván Damianovich
La “lucecita” de Samoré aún brilla
5 de diciembre de 2008
En tiempos en los que la división y la discordia amenazan la convivencia entre los pueblos o incluso la desconfianza y el desencuentro se apropian de las relaciones de una sociedad, argentinos y chilenos volvieron a escuchar con fuerza el nombre de un hombre que luchó por la unión y lo logró.

Con la irrupción de los aniversarios, el recuerdo del cardenal Antonio Samoré reapareció entre dos países que treinta años atrás estuvieron al límite de la locura bélica.

La decisión del entonces recientemente asumido Juan Pablo II de enviar a un delegado para negociar entre dos dictaduras, además de constituir una empresa compleja, era una jugada esperanzadora. De esas en las que se embarcan los hombres y mujeres de fe aún cuando el éxito aparece muy lejano.

Las gestiones realizadas por Samoré a un lado y otro de la Cordillera eran seguidas de cerca por un atento Vaticano que terminó por erigirse en el preciado lugar de haber logrado el entendimiento mutuo y el camino progresivo hacia la diplomacia, que finalmente quedaría sellada en 1984, cuando el cardenal ya había fallecido.

Los esfuerzos de Samoré son vistos hoy a la distancia casi como una proeza. Pese a su declarada condición católica, ambas dictaduras poco entendían de diplomacia, tolerancia y diálogo sincero. No obstante, el enviado papal logró, en tiempos difíciles para la vida institucional de ambos países, racionalidad y compromiso. Empujó por la paz y triunfó al disipar el fantasma bélico que sólo hubiera ocasionado más muerte a las enlutadas repúblicas.

Lamentablemente, Argentina habría de atravesar una experiencia bélica pocos años después en una aventura trasnochada en la que también jugó un rol destacado el fallecido pontífice.

Aquella “lucecita” que el cardenal Samoré dijo ver al final del túnel brilla hoy con renovada intensidad. La hermandad entre los pueblos está a salvo tres décadas más tarde. Como la soñó San Martín. Como lo construyeron cientos de miles de chilenos y argentinos.

Como la salvó un hombre de fe en el momento justo.