25 de abril de 2024
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Por Iván Damianovich
El puño y el perdón
27 de febrero de 2009
La dimensión cristiana del perdón implica un arrepentimiento real del mal producido y la intención genuina de reparar el daño. El pedido de perdón del obispo lefebvrista Richard Williamson conocido poco después de su arribo a Londres no es espontáneo ni responde a una retractación real.
Se trata, en realidad, de una declaración de disculpas que llegó tan solo pocas horas después del puño en alto y desafiante hacia un periodista en pleno aeropuerto internacional de Ezeiza, en lo que constituyó un episodio penoso de trascendencia mundial.
Si bien nunca es tarde para ofrecer una disculpa, lo que se traduce de la declaración de Williamson en Inglaterra es aún la falta de retractación exigida por el Papa a partir de la negación de las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial.
En los hechos, Williamson continúa en una abierta actitud de desobediencia a Roma. Si bien el perdón es un paso adelante, en sí mismo no constituye el final de tan triste hecho. El arrepentimiento –según expresó el propio obispo- es por haber lastimado a la Iglesia, los sobrevivientes del Holocausto y sus familiares. De allí no se desprende implícitamente la retractación de sus dichos. Queda pendiente, entonces, la reparación del daño ocasionado.
La postura negacionista de Williamson puso de relieve una realidad amarga para una gran mayoría de cristianos. Reveló que en la Iglesia aún existen posiciones fundamentalistas muy cercanas a la xenofobia, la discriminación o incluso el antisemitismo.
Ante la gravedad del caso, y el consecuente daño provocado al Papa y la Iglesia en su conjunto, Williamson y las personas que lo protegen tienen la gran oportunidad de mostrar el espíritu del Evangelio, si de verdad comulgan con él.
Exhibir un real arrepentimiento, adherirse a las enseñanzas de la Iglesia y respetar las diferencias sin adoptar actitudes desafiantes o violentas podrían ser un buen paso inicial. ¿Podrán?
Se trata, en realidad, de una declaración de disculpas que llegó tan solo pocas horas después del puño en alto y desafiante hacia un periodista en pleno aeropuerto internacional de Ezeiza, en lo que constituyó un episodio penoso de trascendencia mundial.
Si bien nunca es tarde para ofrecer una disculpa, lo que se traduce de la declaración de Williamson en Inglaterra es aún la falta de retractación exigida por el Papa a partir de la negación de las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial.
En los hechos, Williamson continúa en una abierta actitud de desobediencia a Roma. Si bien el perdón es un paso adelante, en sí mismo no constituye el final de tan triste hecho. El arrepentimiento –según expresó el propio obispo- es por haber lastimado a la Iglesia, los sobrevivientes del Holocausto y sus familiares. De allí no se desprende implícitamente la retractación de sus dichos. Queda pendiente, entonces, la reparación del daño ocasionado.
La postura negacionista de Williamson puso de relieve una realidad amarga para una gran mayoría de cristianos. Reveló que en la Iglesia aún existen posiciones fundamentalistas muy cercanas a la xenofobia, la discriminación o incluso el antisemitismo.
Ante la gravedad del caso, y el consecuente daño provocado al Papa y la Iglesia en su conjunto, Williamson y las personas que lo protegen tienen la gran oportunidad de mostrar el espíritu del Evangelio, si de verdad comulgan con él.
Exhibir un real arrepentimiento, adherirse a las enseñanzas de la Iglesia y respetar las diferencias sin adoptar actitudes desafiantes o violentas podrían ser un buen paso inicial. ¿Podrán?