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Por Iván Damianovich
Los curas que enfrentan a la droga
28 de abril de 2009
Trabajan y viven con la población más excluida, más vulnerable. Debieron ser amenazados para que la sociedad se asomara un rato a ellos y descubriera una realidad muchas veces denunciada y que tiene a la droga y la pobreza como ejes de un creciente grado de deshumanización.

El trabajo de los curas villeros logró en los últimos días un importante nivel de difusión a raíz de la amenaza recibida por el sacerdote Pepe Di Paola. Esa difusión superó a la del propio documento que semanas atrás el mismo religioso había presentado ante los medios y en los que alertaba sobre una “despenalización de la droga de hecho”.

Está claro que la amenaza logró mayor impacto que la denuncia por la presencia de la droga que todo lo atraviesa. De todos modos, es una buena ocasión para volver a analizar la cuestión de fondo y renovar la exigencia social sobre la necesidad de un rol activo del Estado.

La presencia silenciosa de los curas villeros en los asentamientos urbanos dejó al desnudo la precariedad y vulnerabilidad de los más chicos a merced del paco y drogas baratas que en poco tiempo acaban con sus capacidades neurológicas.

Reveló, al mismo tiempo, que existen redes ligadas al narcotráfico que están dispuestas a defender el mercado de “las tinieblas”, tal como lo afirmó el cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio.

La reacción de gran parte de la Iglesia, en tal sentido, fue contundente y de una rapidez pocas veces vista. A los pocos días de conocida la denuncia, un alto número de sacerdotes de la Arquidiócesis de Buenos Aires salió a refrendar un documento en el que también exigieron al mundo adulto pasos concretos en el camino de la esperanza, de la salvación de vidas.

Básicamente, los curas de Buenos Aires salieron como pocas veces se tenga registro a pedir “no desaparecer del lado de los niños y de los pobres”, primeras víctimas de la inseguridad ciudadana.

Los que hoy ganan protagonismo llevan por bandera la acción de Carlos Mugica, el sacerdote que fue asesinado a manos de la Triple A, y que desde la Villa de Retiro, junto a los más desprotegidos, en alguna oportunidad señaló: "Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición".